martes, 13 de mayo de 2014

"Se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles al Señor Jesús"


“Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos.” Es decir iglesia de Cristo; iglesia santa, con integrantes pecadores. Reconocedores de la grandeza de Dios, de su misericordia; y siguiendo con fidelidad sus enseñanzas hasta hoy día; preocupados por la sana doctrina y por su constante actualización sin cambiar las sagradas Escrituras. Los Hechos nos narra allá en los orígenes cuando la iglesia comienza a anunciar al Señor Jesús “también a los griegos” (como apertura universal). En Antioquía surge un tipo de comunidad muy diferente a la de Jerusalén. El paso de la nostalgia al riesgo. Los cristianos de Antioquía no hacen de la comunidad un refugio cálido, centrado en los asuntos internos, sino que se lanzan a anunciar a Jesús a “los otros” movidos por el Espíritu Santo y sin ayudas económicas. Bien distinto a lo de hoy día cuando nos mueve es el individualismo.

Es la fiesta de la Dedicación, la que se celebra en Jerusalén durante el período invernal. Jesús pasea por el pórtico de Salomón por el lado oriental, que mira al valle del Cedrón. Se le acercan algunos y le plantean una pregunta sobre su identidad, una pregunta que tiene aparente sinceridad, pero al parecer se debe más bien al interés y por tal se hace insidiosa y provocativa. Aunque Jesús ya había presentado antes de varios modos sus propias credenciales de Hijo de Dios.

Nuestro Señor Jesús se declara hijo de Dios. “Yo y el Padre somos uno.” Una nueva afirmación cristológica. En medio de nuestra religiosidad difusa, quizás tengamos que preguntarnos quien es Jesús. La respuesta no es lo que en algunos escritos le denomina como un personaje que cambio la historia, como un personaje revolucionario. Sino que es Dios personificado que solventa nuestra actitud ante Dios Padre. Si nosotros no lo vemos así es señal clara que tampoco pertenecemos a su rebaño y por tanto es momento de conversión. En cambio, quien acata esta dando pruebas de pertenecer al nuevo pueblo de Dios. Señala como identidad y característica de oveja con respecto a Jesús el buen Pastor, estas afirmaciones: «Escuchan mi voz», «me siguen» y «no perecerán para siempre».


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