viernes, 16 de mayo de 2014

“Dios ha cumplido su promesa resucitando a Jesús”


Es la quinta vez que en el Evangelio de san Juan nos dice el Señor “Yo soy” 8nsiste reiteradamente su identidad para que no haya duda en nosotros. Quiere decirnos hasta el cansancio que El es un todos para nosotros, hoy nos dice que Él es el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.» no hay otro y no lo habrá. Quien quiera salvar su vida será a través de nuestro Señor Jesús. Por más que una persona quiera desconocerlo e intente solo creer solamente en Dios Padre, El mismo lo atraerá a nuestro Señor Jesús, puesto que es a quien le ha concedido esa heredad divina.

"Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre; vivimos y actuamos «para alabanza de la gloria de su gracia» (Ef 1,6). Si queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que ir más allá de cualquier otra motivación. Éste es el móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás. Se trata de la gloria del Padre que Jesús buscó durante toda su existencia. Él es el Hijo eternamente feliz con todo su ser «hacia el seno del Padre» (Jn1,18). Si somos misioneros, es ante todo porque Jesús nos ha dicho: «La gloria de mi Padre consiste en que deis fruto abundante» (Jn 15,8). Más allá de que nos convenga o no, nos interese o no, nos sirva o no, más allá de los límites pequeños de nuestros deseos, nuestra comprensión y nuestras motivaciones, evangelizamos para la mayor gloria del Padre que nos ama.” (Papa Francisco- “Evangelii Gaudium)

Las preguntas que debemos hacernos siempre ¿Miramos con los ojos del alma el actuar de Jesús, para que realicemos las obras del Padre? ¿Actuamos en nombre del Padre, o pretendemos hacer nuestro propio capricho utilizando el nombre de Dios? Si nuestra respuesta es una decisión de confiar en nuestro Señor Jesús, al reconocerle de esta manera es indispensable empezar por la oración, es decir con el dialogo, con el acercamiento para demostrarle nuestra amistad. (La siguiente oración sugerida:)

Señor Jesús, queremos seguirte como los primeros apóstoles a quienes llamaste para que estuvieran contigo'. Tú eres el camino hacia el Padre, por eso no podremos extraviarnos
si te seguimos. Tú eres luz, guía segura, señal de pista hacia la meta; sólo tú das sentido a nuestro vivir. Tú eres la verdad de Dios, eres nuestra raíz y nuestro cimiento, la roca firme, la piedra angular, el monte que no tiembla, el Verbo de Dios, el 'Amén', el Sí total, continuo y gozoso a la voluntad del Padre. Tú eres la vida de Dios, por eso nos animas y nos salvas de todas las muertes que amenazan con destruirnos. Tú nos acompañarás cuando atravesemos la frontera.
También entonces -entonces sobre todo- serás nuestro alimento, nuestro viático para el camino, continuarás llamándonos y nosotros te seguiremos: emprenderemos contigo nuestro último viaje. Tú, Señor, nos conduces, nos iluminas y nos salvas. Nosotros creemos en ti y no somos menos privilegiados que tus primeros discípulos: aunque te has ocultado a nuestra vista has puesto ojos en nuestro corazón y has reservado para nosotros una bienaventuranza: Dichosos aquellos que sin ver creerán en mí”


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