jueves, 8 de mayo de 2014

Atraídos por el Padre


Habíamos anotado que la muerte de san Estaban fue causa de dispersión, y el pasaje de hoy en la primera lectura nos muestra los primeros frutos de esa dispersión, es el primer extranjero que recibe el Evangelio de Cristo, Este extranjero es un personaje de relieve, simpatizante del judaísmo. Ante este personaje hay manifestación del Espíritu Santo, hay liturgia de la Palabra y sacramental (rito del bautismo), hay proceso de iniciación cristiana. De un camino desértico acaba en un lugar donde hay agua. La lectura no la entendían como ocurrió con los discípulos de Emaús, tampoco este personaje tenia quien quien se lo explicara, lo de un Mesías sufriente y los motivos.

¿Qué pude haber de parecido para nuestro tiempo? Necesidad de docilidad al Espíritu Santo, Felipe obedeció y cumplió la misión. Felipe fue enviado al desierto, nosotros debemos ir a lugares donde aparentemente no nos parezca cómodo. Dios siempre nos envía donde personas que buscan. De tal manera que debemos acercarnos a los carruajes en que están abstraídos muchos para compartirles la invitación de Dios para la vida. Como discípulos de Dios, es decir, que escuchamos su voz, aprendemos sus enseñanzas y le hacemos caso, debemos ir a decirle a la gente que continúen su camino manejando su carruaje con dos mandos: fe y actitud.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.» El pan vivo es Jesús. Alimento que nos asimila. La Eucaristía es anticipación de la gloria celestial: «Partimos un mismo pan, que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, para vivir por siempre en Jesucristo» (San Ignacio de Antioquía). La comunión con la carne del Cristo resucitado nos habilita para asimilar todo lo que es providente, porque estamos hechos para Dios y sólo Él sacia plenamente nuestro espíritu. “Les hablo como a personas sensatas, juzguen ustedes mismos lo que voy a decir. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Así, siendo muchos formamos un solo cuerpo, porque el pan es uno y todos participamos del mismo pan.” (1 Co. 10, 15-17)


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