lunes, 30 de septiembre de 2013

“El más pequeño de ustedes, ése es el mayor”


Lo que piensan y discuten los discípulos de Jesús en el Evangelio de hoy. Quieren actuar en concordancia con lo que el mundo propone la fama, el poder y el tener, y estando en las filas del Señor en ese momento donde se entendía una liberación distinta, por tanto se esperan puestos de categoría, los discípulos sueñan con la escala jerárquica, que sin darse cuenta iban en contravía de lo que les quiere enseñar nuestro Señor
Jesús.

Para ellos lógico, normal y natural; se trataba de una lucha por la libertad de la vida; donde debería salir a flote los fuertes, los mejor preparados, los habilidosos. Pero Jesús encuentra una manera gráfica para su cátedra. Pone delante a un niño para que vean la manera correcta del servicio, acogida y entrega como camino para ser importantes. Suena ilógico para nuestra manera de ver las cosas, cuando en apariencia el servicio a cabalidad esclaviza. Nosotros entendemos el poder como dominación, Jesús lo entiende como decisión de servicio, capacidad de amar, de darse de donarse.

Es la humildad el ingrediente indispensable para lo que el Señor quiere; virtud que hoy en día para muchos no tiene validez, por tanto lejos de poder ser servidores, no cuenta la misericordia, el sacrificio, la solidaridad, el testimonio, la vida en comunidad, la ternura (...) para hacer frente a lo que ofrecen las culturas mundanas, la injusticia, la exclusión, la violencia y el individualismo. "No se lo prohibáis, pues el que no está contra vosotros con vosotros está". Como antes, también hoy hay quienes se opongan al cumplimiento de la labor apostólica a la manera de Jesús. 

No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios (Gn 1, 27). La relación del hombre para con Dios Padre y con los demás hombres sus hermanos están de tal forma unidas que, como dice la Escritura: "el que no ama, no ha conocido a Dios" (1 Jn 4,8). Así se elimina el fundamento de toda teoría o práctica que introduce discriminación entre los hombres y entre los pueblos, en lo que toca a la dignidad humana y a los derechos que de ella dimanan” (Concilio Vaticano II)


sábado, 28 de septiembre de 2013

“Yo vengo a habitar dentro de ti”


Meditemos bien. Cada que la humanidad ha llegado a tal punto de degradación por el pecado, Dios ha intervenido con poder y autoridad, nos lo cuenta la historia. Pero el misterio de la venida del mismo Dios hecho hombre para el rescate del hombre, está llena de misterios difíciles de entender, aun hoy, para nosotros. Está lleno de contrastes, entre éxitos y futuro aparentemente sombrío. Nosotros no somos capases de entender la tragedia que causo la desobediencia de nuestros primeros padres. Tampoco entendemos el precio que le costó a Dios nuestro rescate. Como no entendemos bien, tampoco merece nuestro agradecimiento y por tanto seguimos haciendo lo que nos da la gana, haciendo mal uso de nuestra libertad donada, la hemos convertido en libertinaje, sin importarnos nosotros mismos a pesar de tener unas normas para cumplir a fin de evitar nuestro fracaso en el mal uso del individualismo salvaje.

A nosotros hoy, poco nos dice estas palabras del Señor: “yo soy – el camino, la verdad y la vida” (Jn.14, 6). “Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios” (Lc.9, 62) (…). Cuanto nos cuesta la coherencia en lo que rezamos: “Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre Señor” manera de adoración y de acción de agradecimiento a Dios. “Como en la Liturgia celestial (cf Ap 1, 6; 4, 11; 5, 13). El príncipe de este mundo se había atribuido con mentira estos tres títulos de realeza, poder y gloria (cf Lc 4, 5-6). Cristo, el Señor, los restituye a su Padre y nuestro Padre, hasta que le entregue el Reino, cuando sea consumado definitivamente el Misterio de la salvación y Dios sea todo en todos" (cf 1 Co 15, 24-28). (Catecismo 2855). Quizás exceda la capacidad humana para entender los misterios de Dios, solo el mismo Dios, en la persona del Espíritu Santo nos puede ilustrar.

La incomprensión de los discípulos de Jesús, resulta razonable ya que aún no se había llegado al misterio cruento de la Cruz, aún faltaba la resurrección gloriosa – el poder y autoridad de Dios sobre la muerte - y solo después, se les concede la gracia del Espíritu Santo. Como nos lo dice el Señor: "metéoslo bien en la cabeza". Para nosotros ya es comprensible, pero falta entrega y docilidad; más escolaridad al respecto, más interés en lo que verdaderamente tiene sentido para nuestras vidas.


viernes, 27 de septiembre de 2013

“Llenaré de gloria este templo”


Estando una vez orando a solas…” separado de sus discípulos. La comunicación con el Padre, por la pregunta a sus discípulos, da a entender que surgió un análisis de lo que estaba ocurriendo en tierra de Galilea. La gente quería liberarse de la opresión de los romanos, muy pocos entendieron que la misión de nuestro Señor Jesús, era la liberación trascendental, la vida. La gente lo identificaba con personajes del Antiguo Testamento y no con la novedad del reino de Dios.

Jesús pregunta a sus discípulos: “y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro lo identifica como el Mesías de Dios. Seguramente Pedro tenía en su mente que el Antiguo Testamento, contenía a un Mesías que restauraría el reino de David. Pero muchos no percataban el objetivo del mesianismo de Jesús, con su aclaración de la Palabra dirigida a su pueblo especialmente a los desfavorecidos, a los excluidos. Quería ser reconocido como el Dios amor deseoso de vivir en el corazón de cada uno de los miembros de su pueblo. Quería forjar su reino en el espíritu y no en el mundo material, político o social.

Si bien en aquella época la gente le fue difícil reconocer quien era Jesús, hoy no podemos justificar nuestra falta de fe, esperanza y caridad. “En el Juicio Final seremos juzgados por Dios en la caridad”. Si rechazamos el sentimiento de la presencia de Dios, es por soberbia por pura rebeldía como niños malcriados.

Se hace realidad la falta de formación en la fe de los niños, para que aprendan a ver a Dios reflejado en la naturaleza, se dejen amar y luego de una correspondencia en espíritu puedan sentir la presencia viva del Espíritu Santo en su ser. “No sabéis que sois templo y morada del espíritu santo” (1 Co. 3,16) – Ante esta realidad ¿porque nos cuesta tanto empaparnos de las cosas de Dios? ¿Quién se opone? Nos lo explica el Señor: “¿Ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mat 26:40-41) el cuerpo se dispone a lo material y el espíritu a lo divino, a lo trascendente.


jueves, 26 de septiembre de 2013

Construid el Templo, para que pueda complacerme


El santo Evangelio de hoy nos trae los cuestionamientos de Herodes sobre la persona de Jesús. Para muchos la novedad del momento. Se rumoraba sobre el hijo de un carpintero de Nazaret, de su predicación, su actitud, una manera diferente de vida y el ambiente de su predicación profética. Despierta contradicción y desconcierto, por tanto el estado de pecado de este pueblo no supo a ciencia cierta quien era Jesús. Hasta el punto que a la distancia de tres años lo llevaron a la cruz como el peor delincuente. Por un lado lo veían como un superhombre ideal para acabar con el régimen romano, por otro lado su doctrina no contenía esos objetivos a la manera como el pueblo pensaba. Es por eso que no hallaron acomodamiento con él. Más tarde Gamaliel les dijera: “si procede de Dios no podréis acabar con ellos; no sea que os vayáis a encontrar combatiendo contra Dios” (Hch 5:39).

Y tenía ganas de ver a Jesús” producto de su curiosidad, pero se las aguanto; al fin y al cabo como todo mandatario, mira a los demás como personas de poca alcurnia. Herodes fue simplemente un insustancial que sólo pretendía conservar su vana imagen. Por su puesto que el Señor debió saber las palabras de este mandatario, pero como bien sabemos al Señor le interesa a quienes tienen buenas intenciones, a ellos llega para hacer su obra sobrenatural. De acuerdo a la sagrada Escritura cuando Herodes le ve no le causa mayor impresión (cf. Lc 23,8-11). El Señor guardó silencio, no vio en éste aptitud capaz de convertirse, de manera que su silencio le condena como corrupto y depravado.

Para nosotros es también difícil reconocer quien es Dios, de ahí nuestra precaria manifestación de alabanza. Tenemos tan arraigada la concupiscencia que nos impide ver lo divino. Seguramente hemos sentido el deseo de ver a Jesús. Pero por el pecado el cuerpo se avergüenza y se esconde para no ver la presencia de nuestro Creador, nuestro pensamiento se devana en lo material, el bullicio del mundo no nos permite escuchar su voz, su manifestación amorosa de querer compartir su vida con cada uno de nosotros. Muchos nos limitamos a pedirle y nos concede mucho por su misericordia, más no porque nosotros lo merezcamos como compensación a nuestra actitud de buenos hijos. A ti y a mí nos ocurre quizás pasamos de largo por el frente donde está dispuesto en el sagrario y no percatamos en saludarlo aunque sea como el amigo fiel.

Las facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la existencia de un Dios personal. Pero para que el hombre pueda entrar en la intimidad de Él ha querido revelarse al hombre y darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación. Sin embargo, las pruebas de la existencia de Dios pueden disponer a la fe y ayudar a ver que la fe no se opone a la razón humana” (Catecismo 35)


miércoles, 25 de septiembre de 2013

“Bendito sea Dios, que vive eternamente”


La misión de los Apóstoles marca el comienzo del envío. «Toda la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los sucesores de San Pedro y de los Apóstoles, en comunión de fe y de vida con su origen. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es “enviada” al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío. “La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado” (C. Vat. II, Apost. actuo. 2)» (CCE 863). Cfr nota a Lc 6,12-16.

les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades” este poder y autoridad significa la presencia de Dios en medio de la evangelización. No se puede interpretar que es el poder humano quien puede convertir para liberar y sanar. Es la autoridad de Dios. Ahora bien, en cambio sí le corresponde al evangelizador es, “fiarse de Dios”; desprenderse de las preocupaciones y ataduras; permanecer en la paz donada, en la gracia donada; hacer oración y ayuno; centrado únicamente en la misión que está cumpliendo, que no es una actividad humana cualquiera, sino un trabajo para el Reino. Es pues, una gestión de diálogo y de doble vía; brindando con amor y sentimiento, lo que Dios esta ofreciendo; donde el misionero da lo mejor de sí y está dispuesto a escuchar y a interceder. De esta manera Dios permanecerá en él y será Dios quien obre a través de él.

Fácilmente echamos a perder la misión por creer que somos nosotros por nuestras capacidades lo que convierte. Es lógico que haya que instruirnos dejándonos guiar por las enseñanzas del Maestro. Pero nos cuesta fiarnos de Dios, nos cuesta ayunar para fortalecer nuestro espíritu, nos cuesta hacer oración para recibir los dones de Dios y la presencia de Dios. Que en la misión se define en la conversión – cambio, para liberar el espíritu y aliviar el dolor humano. Se dice que hay que emplear “nuevos métodos, de sentir nuevos ardores”, con acondicionamientos inútiles por falta de centralidad. Es decir sin lo principal, sin hacer lo debido conforme nos lo enseño nuestro Señor Jesús. En resumen nos dejamos llevar de las distracciones del modernismo y dejamos de lado la parte espiritual tan útil para interceder por la salvación de las almas. El ardor y el método será siempre un presente, porque Dios siempre ve nuestras realidades humanas y siempre querrá que todos lleguemos al conocimiento de la verdad plena y nos salvemos. La diferencia la hacemos nosotros.


martes, 24 de septiembre de 2013

Vamos alegres a la casa del Señor.


Veamos las siguientes sitas para entender mejor la expresión del Señor en el presente pasaje, motivo que aprovechan los sectarios para tratar de denigrar: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la cumplen” (Lc 8,21).
bienaventurada tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor” (Lc 1,459.
Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Luc 11:28)
María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón” (Lc 2,19)
Bienaventurado quien lea y quienes escuchen las palabras de esta profecía, y guarden lo que está escrito en ella..”( Ap 1,3).

Con la frase de nuestro Señor Jesús quiere reafirmar la importancia de la Palabra, de la trascendencia de su mensaje que ha venido a traernos. Quiere que hay que escucharla, asumirla, irradiarla y hacerla vida. La verdadera familia de Jesús no estaba constituida por los lazos de la sangre, sino por la obediencia a la Palabra de Dios, que nos habilita para recibir la gracia, que nos transmite la vida con Dios. Quiere hacernos sus hermanos y miembros de su nueva familia por el compromiso que asumimos como su proyecto.

Ahora bien, quien más aparte de la santísima virgen, ha podido cumplir la palabra de Dios. Si su frese hubiese sido: (los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra, llegaran a ser bienaventurados como mi Madre) esta expresión hubiese sido de mayor escándalo; y de otra parte nadie puede llegar a ser como ella puesto que Dios con su poder y autoridad la preservo de todo pecado. María es madre de Jesús por el "sí" total y absoluto, dado un día a la Palabra de Dios, "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1. 37).

Nuestro Señor Jesús quiere llevarnos a su comunidad, más que en la sangre está en oír y hacer realidad la Palabra. De ahí que sea preciso "escuchar la palabra", es decir, hallarse abiertos a la gracia, recibiendo el don de amor que Dios nos ha ofrecido por la persona de Cristo; y solamente aquél que la traduce con su vida la ha escuchado plenamente. Resume su mensaje gracia y exigencia. «Durante toda su vida, y hasta su última prueba, cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el “cumplimiento” de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe» (CCE 149).


lunes, 23 de septiembre de 2013

El candil se pone en el candelero para que los que entran tengan luz


La primera lectura nos narra un acontecimiento de éxodo después de cincuenta años de exilio, y de ayuda sin distinciones, ayuda física y económica para la reconstrucción del templo de Jerusalén; el regreso del exilio fue el cumplimiento del designio de Dios en orden a la restauración del templo y del culto, como centro de la vida religiosa de su pueblo. Dios suscita a los profetas, y en las horas oscuras derrama una corriente de gracia y proyecta sobre el camino su luz. Dios nos pide docilidad a los signos de hoy, docilidad al dador de vida y creador de lo nuevo, el Espíritu Santo.

Acto seguido, cuando el Señor nos dice que los que oyen la palabra con un corazón bueno y generoso, la conservan y dan fruto mediante la perseverancia. Hoy a nosotros nos dice que seamos como luces que iluminen. La luz que nos propone nuestro Señor Jesús no es la artificial, sino la luz divina. Por tanto viene de Dios. Y que esta luz tiene tanta prioridad y mayor sentido que cualquier cosa material. Capaz de darle matices trascendentes a nuestra vida, por su contenido de la verdad, de alegría y esperanza. “Quien se ha abierto al amor de Dios, ha escuchado su voz y ha recibido su luz, no puede retener este don para sí” (SS. Francisco – Lumen Fidei) esta sentencia va en doble vía a unos a iluminar por la gracia, llamando a las cosas por su nombre y a los segundo a escuchar, obedecer y a poner en práctica.

Los dones de Dios, son para el servicio a los demás, no por que queramos sino porque es un mandato divino, no porque sea algo más para decir o para adormecer, sino porque a partir de quien está a mi lado todos somos necesitados de esa luz divina, capaz de transformar el mundo y capaz de dar vida plena. Lo escuchábamos ayer: “Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho”(Lc.16,10). Y lo leemos hoy: “al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo poco que cree tener”, de manera que la luz donada se nos puede quitar o aumentar, depende de nuestra fidelidad. Si somos fieles servidores en lo poco se nos dará más. Si tapamos esa luz providente terminamos apagando todo lo que creemos sea nuestra luz. Es por tanto necesario hacer un alto y reflexionar si en verdad estamos viendo o estamos ciegos, creyendo que vemos y creyendo que levantamos la luz para que otros vean. Esta luz puede iluminar sólo si es reflejo de la luz de Cristo, inspirada por el Espíritu Santo.


sábado, 21 de septiembre de 2013

A ti, oh Dios, te alabamos, a ti, Señor, te reconocemos. A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles.


Dios nos habla por boca de San Pablo y nos dice a nosotros hoy: “Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz” Quiere hacernos ver el valor de las virtudes. Lo que concluimos que la paz es un don de Dios. El Don de la paz aviva nuestra esperanza – fe – amor – y la acción de la caridad. Es Dios mismo que nos habilita para vivir en su santa voluntad. De nuestra parte requerimos esforzarnos por permanecer con una actitud humilde y obediencia basada en el amor.

Levi, hijo de Alfeo, el publicano cobrador de impuestos al servicio de los romanos, se gana su salario por este trabajo no bien visto ni aceptados por los judíos. El Señor sabe la correspondencia a los dones que hay en su interior, conoce sus pensamientos y al pasar por su lado lo invita a seguirle. A ejemplo de lo que nos dice el Señor, en Ap. 3,20, desde acá en nuestra militancia, el Señor invita a Levi a seguirlo y Jesús acepta ir a su casa se hace su huésped, “Mira, estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo”.

Esta actitud de Jesús fue causa de escándalo para muchos, para nosotros tampoco es comprensible, ir a casa de quien miramos con odio, es la morada de una persona que hay que rechazar a toda costa, quizás nosotros sepamos de algo parecido; sin embargo nos dice el Señor: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.» Dios no es excluyente, va y acepta a todos sin distinción, pero se fija en la intensión que hay en su alma, en la rectitud de conciencia pero para los demás, también, da la gracia para nuestra conversión, que es dejar lo antiguo para optar una conducta recta conforme a la voluntad de Dios.

La necesidad del divino Medico la tenemos nosotros y Él quiere venir a sanarnos, limpiar nuestras heridas por el pecado y vacunarnos (protegernos) contra el virus de la tentación. Misericordia, obra por amor, en los demás sin exclusiones, todos somos necesitados de Dios, y Dios quiere que todos nos salvamos. Que todos ayudemos a los demás a tener un encuentro personal con Cristo. Nos invita el Señor a dejar de juzgar con nuestra mirada superficial y mezquina y en reemplazo ser astutos para acrecentar su cuerpo místico – su iglesia.


viernes, 20 de septiembre de 2013

Tú, en cambio, hombre de Dios, practica la justicia


El evangelista Lucas menciona con detalles concretos la presencia de mujeres en la vida de Jesús, quiere devolverles la dignidad como personas e hijas de Dios, acepta su presencia no hace diferencia alguna entre hombres y mujeres, ni en su mente ni en sus actitudes concretas. No se alude a cualidades especiales, ni a títulos de ningún tipo.

Pero en la sociedad judía la mujer era marginada. Ningún maestro espiritual se hubiera atrevido a hablar con una mujer en público; las mujeres ni siquiera entraban en las sinagogas. Una oración muy común rezaba: “Te doy gracias, Señor, porque no soy pagano, ni ladrón, ni mujer…” Lo que indica claramente que la mujer no podía adquirir los conocimientos religiosos ni participar del culto como los hombres.

Lo que se vuelve cultura va sometiendo a las personas. Se habla en nuestra época de liberación femenina, sin embargo, se ha empleado sistemáticamente métodos para denigra de la mujer, y uno de los medios más populares es la música, que incluso complacidas escuchan, se lo creen y por tanto se rebajan, creen que se lo merecen, cuanto quieran deshonrar de ellas.

El Señor hoy le está diciendo a la mujer que no hay diferencias ante Dios, que la mujer de hoy debe volcarse a una verdadera liberación, consistente en encontrar con Cristo su verdadera identidad y dignidad y a partir de allí desplegar todos sus potenciales para el seguimiento de Cristo y para el Servicio en su iglesia, para el Reino de Dios.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

La Sabiduría ha sido reconocida por sus discípulos


Movido por el Espíritu Santo, San Pablo nos revela que es Dios quien actúa en la Iglesia y a través de ella. La Iglesia como cuerpo místico de Cristo es donde sus miembros ejercen los ministerios como dones de Dios y puede vivirlos consecuentemente; a diferencia de las demás sociedades movidas por criterios meramente humanos. De modo que las labores ministeriales ejercidas por sus miembros han de ser movidas por el Espíritu Santo para poder cambiar, es Dios quien puede cambiar las culturas de pecado. Las personas somos dadas a la crítica, a ser desagradecidos, a no reconocer el bien recibido, a no reconocer el amor con que somos tratados.

Estos defectos propios de la humanidad son la manifestación de la soberbia, que está presente desde siempre, lo vimos en el Antiguo Testamento y para nuestro Señor Jesús fue igual, El Señor hoy se lamenta y nos amonesta por nuestra manera de correspondencia a su divina gracia y falta de reconocimiento, ve el decaimiento de nuestra generación; sabe que siempre ponemos una excusa para no vivir la fe, para no cambiar; hasta nos atrevemos a decir que es Dios quien debe cambiar. Sin embargo Dios siempre quiere conducirnos en la luz de la verdad, porque nos ama y quiere la salvación para cada uno por igual y nosotros desagradecidos y desobedientes le criticamos. Bueno alguien podrá decirse, yo no soy así, ¿pero que estamos haciendo por la conversión de los demás? 

Requerimos de los dones que da el Espíritu Santo, para reconocer los misterios de Dios, mediante nuestra vida sacramental. “La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia—el atributo más estupendo del Creador y del Redentor—y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora. En este ámbito tiene un gran significado la meditación constante de la palabra de Dios, y sobre todo la participación consciente y madura en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia o reconciliación” (Beato Juan Pablo II)


martes, 17 de septiembre de 2013

!a ti te lo digo, levántate!


San Pablo hoy ilustra cómo ha de ser la persona que llega a desempeñar excelentes funciones dentro de la gran familia de Dios, que somos su iglesia. El Apóstol se centra en las cualidades que deben reunir los que ejercen un ministerio en la Iglesia y su buen gobierno, traducido en servicio. El ejercicio de los ministerios dentro de la comunidad cristiana, obliga a ser persona de altura moral, personas coherentes con la predica. Esa coherencia de vida es lo que da autoridad a su palabra, lo que hace que sean verdaderos guías. De ello depende no sólo el bien de los fieles, sino la imagen que la misma Iglesia proyecta. Pero incumbe, también, para todos, el ejercicio del buen comportamiento, el buen ejemplo de vida. La conducta de los hijos reflejan la buen formación recibida de sus padres, sin justificarnos con lo que se dice “hoy todos lo hacen”.

Cuanto nos cuesta servir; partiendo de los nuestros, por tal se hace difícil entender y sentir el dolor ajeno; nuestro Señor Jesús muestra hoy que no solo vino a servir sino también a dar la vida. Que es el Señor quien toma la iniciativa para socorrer, no hace falta que se lo pidan, Él ve el motivo del dolor del sufriente. La viuda se quedaría sin un respaldo, sin quien le pudiera servir de apoyo para su vida en edad avanzada. Le conmueve el dolor de la viuda, al quedar sola por la muerte de su único hijo. 

El relato nos muestra dos grupos, uno como acompañamiento de dolor y tristeza y otro grupo que acompaña a quien da la vida, que supera la muerte, el dolor y la tristeza. Ante el milagro el gentío se admira del poder de Jesús y lo proclaman profeta, y confiesan "Dios ha visitado a su pueblo". Por gracia muchos entendieron que la visita anunciada desde siglos acaba de realizarse en la persona de Jesús.(cf. Gén 50,24; Rut 1,7 y Lc 1,68). Es así como en efecto Dios no solo se acuerda de sus hijos sino que se conmueve y socorre. En todos los tiempos y para todos el encontrar a Jesús es hallar la vida, pues Jesús dijo de sí mismo: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25). San Braulio de Zaragoza escribe: «La esperanza de la resurrección debe confortarnos, porque volveremos a ver en el cielo a quienes perdemos aquí».


lunes, 16 de septiembre de 2013

Hagan oraciones por toda la humanidad de Dios, que quiere que todos se salven.


San Pablo nos esta aconsejando que debemos hacer plegarias, oraciones, súplicas, ayunos y acciones de gracias por nuestro país por nuestros gobernantes, por las conversiones y por todos los que cometen injusticia; por la dignidad, para que podamos vivir en paz, justicia, fraternidad; para que todos nuestros actos sean agradables a Dios. Para que todos lleguemos al conocimiento de la verdad que es Cristo y que quiere que todos nos salvemos ya que el Señor es el seguro mediador ante el Padre.

En el pasaje del Evangelio nos presenta el encuentro “virtual” de Jesús con el centurión creyente. Aunque en ningún momento el centurión se presenta personalmente a Jesús, se sirve de intermediarios: los dirigentes judíos y unos amigos. Nuestro Señor Jesús ante la fe manifestada, realiza un milagro imprevisto, diferente en su manera. Nos muestra que Dios obra donde quiere y como quiere. Para Dios no hay imposibles, y para obtener su gracia debemos valernos de una fe verdadera. Esta fe tan necesaria puede madurar si observamos a Cristo que nos sorprende, en la forma, el modo y las circunstancias. Es decir si nos fijamos en Él desde el antiguo Testamento, pasando por su dolorosísima pasión, su resurrección y la eucaristía; nos daremos cuenta que estamos frente al Hijo de Dios quien vive y obra en el tiempo y en la historia del hombre.

El centurión del evangelio nos sirve como modelo de fe y la relación con Dios.(“ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado”). Para nuestro Señor Jesús valen más estas palabras, con contenido de una humildad grande y sincera. Este romano sabía ponerse en el lugar de siervo y sabía confiar en el poder infinito de Dios. ¿Nosotros si sabremos confiar en Dios, de esa misma manera? Seguramente que no. Lo que nos indica que carecemos de humildad, para obtener la fe y de confianza en el Todopoderoso, en quien es el dueño de todo, en el único que nos puede salvar, en el que por amor y para ejemplo de amor nos compró a todos a precio de su valiosísima sangre; que a pesar de que le pertenecemos, no confiamos en Él, quien tiene autoridad suprema. No somos consecuentes con lo que decimos: “no soy digno… pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Inconscientemente pensamos que Jesús es lejano, y Jesús ansioso de vivir en nuestra alma. San Agustín, con ojos de fe, creía en esa realidad: «Lo que vemos es el pan y el cáliz; eso es lo que tus ojos te señalan. Pero lo que tu fe te obliga a aceptar es que el pan es el Cuerpo de Jesucristo y que en el cáliz se encuentra la Sangre de Jesucristo».


sábado, 14 de septiembre de 2013

¿Por qué me llamáis «Señor, Señor», y no hacéis lo que digo?


Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: Que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero” nos dice san Pablo. No hay otro diferente a nuestro Señor Jesús que vive y que nos pueda salvar, es por él que podemos ir al Padre, al Reino de los cielos. Jesucristo «Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo». Y el mismo nos lo dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida -- nadie va al Padre si no es a través de mí.” (Jn 14:6)

Nuestra confianza que afianza nuestra fe, ha de estar puesta en el Señor, “Roca firme” por tal, debemos formarnos bien, para saber en quien confiar. “Cada árbol se conoce por su fruto” con nuestra buena formación podemos dar buenos frutos. La fe debe hacerse vida en todos nuestros actos, estados y lugares para reflejarla; y los hijos de Dios estamos hechos para vivir en compañía de nuestros hermanos en el Señor Jesús. De manera que la convivencia comunitaria hace crecer dentro de sí una buena manera de ser que la lleva al creyente a practicar el bien. “Del buen tesoro de su corazón saca lo bueno”, pero la persona que descuida de su formación tendrá dificultad en producir cosas buenas. Porque “del mal saca lo malo, porque de la abundancia del corazón habla la boca". La verdadera seguridad no viene del poder, del tener o de la fama. ¡Viene de Dios! Y Dios se vuelve fuente de seguridad, cuando tratamos de practicar su voluntad. Será la roca que nos sustenta en medio de nuestras dificultades y en medio del relativismo del mundo contemporáneo.

Lo contrario llegara a ser como aquel hombre que construye su casa sobre arena, cuando escuchamos la Palabra de Dios y no la llevamos a la práctica, esta se olvida fácilmente, no se le encuentra el sentido, se cae fácilmente por carecer de cimientos. Como nos lo explica el Señor en la parábola del Sembrador: “A vosotros se os ha concedido el misterio del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera todo se les anuncia con parábolas” – “Los que están junto al camino donde se siembra la palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, al instante viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos" (Mc. 4: 11. 15)


viernes, 13 de septiembre de 2013

Yo antes era un blasfemo, pero Dios tuvo compasión de mí


Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente” … “yo no era creyente y no sabía lo que hacía” y Dios le dio la fe y el amor a Cristo, permitió la educación divina, se dejó amar del Señor. Es una confesión que hace san Pablo a su discípulo Timoteo. Si reflexionamos solamente en lo de la historia, si Pablo no hubiese hecho caso al Señor, hoy no se supiera nada de él, la historia no lo recordaría para nada. Pero Pablo se dejó amar para amar, nos deja un legado inmenso para nuestra conversión y para ejercer el título de discipulo que Dios nos ha conferido en el bautismo, y como todo título no es para exhibición sino para comprometerse y ejercer la profesión.

La profesión que Dios quiere conferirnos, demanda un compromiso, una formación, una entrega, para obrar por amor. Para dejarnos guiar por el Espíritu Santo para poder servir de guías de otros y que estos, también, lleguen a ser sus discípulos bienaventurados. Esto quiere decir que si no es por la gracia no podemos servir de guías, caeríamos al abismo. Como nos dice el Señor hoy en el Evangelio, un ciego no puede guiar a otro ciego, un discípulo no puede ser más que su maestro, no podemos fijarnos en la mota del ojo ajeno sin antes querer sacar la viga que hay en el nuestro. Traduce, además, que no debemos juzgar y condenar a los demás, lo que es importante es nuestra conversión para reflejar a Cristo por amor.

Primero ser para poder hacer - implica obediencia y compromiso. En la obediencia a Dios todos quedamos demasiado cortos. Viene a nosotros muchos maestros que nos pueden guiar mal, y como resultado surge en nosotros muchas ideas y hasta las manifestamos a manera de crítica pero no llegamos al compromiso, a la obra. Siempre la causa de los males esta en los demás, criticamos pero no llegamos a las soluciones. Cual sería para nosotros el indicador que nos revele el ser discípulos de Dios, el amor, lejos el interés. El verdadero discípulo primero se deja formar para llegara a ser como su maestro. Pero si nos falta amor, nada seremos dice san Pablo. “sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos”. «La caridad, que es amor de Dios, no desaparece sino que aumenta; cuanto más perfectamente se conoce a Dios, más perfectamente se le ama» (S. Tomás de Aquino, Sup. epist. ad 1 Cor. in loc.).


jueves, 12 de septiembre de 2013

“El amor es lo que unifica”


Hoy, celebramos la fiesta del nombre de María, nombre santo y maternal. Como canta la liturgia, el Padre ha querido “que también el nombre de María estuviera con frecuencia en los labios de los fieles; estos la contemplan confiados, como estrella luminosa, la invocan como madre en los peligros y en las necesidades acuden seguros a ella”.

Al leer el santo Evangelio, siempre nos parece muy bello, porque son los demás quienes lo deben cumplir, implícitamente estamos convencidos que son los demás quienes lucen siendo buenos y hasta los catalogamos como mensos. No lo asumimos porque se hace muy difícil para nosotros movidos por las corrientes generadas en nuestro mundo contemporáneo, además defendemos esta postura porque prima el interés, más no el amor “Como yo os he amado”. Lo que ordena el Señor choca contra nuestros puntos de vista, nuestras costumbres. Qué difícil es amar a los que no son de nuestra empatía. Que difícil hacer el bien a quienes nos damos cuenta que no les caemos bien. Que difícil bendecir e interceder por los que nos injurian, calumnian y maldicen. Además, esta no es la lógica del mundo en que vivimos. Por eso mucha voces gritan que la doctrina de Cristo esta pasada de moda, que el mundo ha evolucionado y lo que cuenta es lo que vivimos hoy, el dinero, la ciencia, la tecnología.

No es fácil superar la práctica antigua “ojo por ojo, diente por diente”. No practicamos la máxima que se escucha en todo el mundo, «No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti». La lógica de Dios es otra porque “solo Él es bueno” nos ama a todos de manera igual y particular, todos los días trabaja para sostener su santa creación incluyendo nuestra existencia, hace el bien a todos por igual. “Dios hace salir el sol sobre buenos y malos”. Si hacemos lo que el Señor nos dice, no es otra cosa que la manifestación del inmenso amor de Dios. No es una carga sino que es el testimonio vivo de Dios. Por tanto no es suficiente desear el bien por evitar el mal, sino que hay que hacer el bien para que los demás obtengan paz y se dejen amar para que luego ellos como nosotros también podamos amar.


miércoles, 11 de septiembre de 2013

El Señor es bueno con todos.


Nuestro Señor Jesús, declara dichoso o bienaventurado a las personas que obran, que se comportan, que con sus actos desarrollan tales situaciones permanentemente y que implica sufrimiento y riesgo con humildad, como son: (1) pobres en el espíritu, (2) sufridos o no violentos, (3) los que lloran, (4) hambrientos y sedientos de justicia, (5) misericordiosos o los que prestan ayuda, (6) limpios de corazón, (7) trabajadores o constructores de la paz y, (8) perseguidos por causa de la justicia. Y para todos ellos el Señor promete un final a su sufrimiento y dolor, compensado con gozo; superior y permanente.

Los que acá pueden ser vistos como menos, como estorbo, como marginados; con Jesús encuentran una paga con medida rebosante, con Jesús encuentran la felicidad que el mundo les niega. El hombre ha sido creado para vivir en felicidad pero los enemigos del alma se la impiden, por eso el hombre en todos los tiempos busca la verdad y la felicidad y trata de encontrarla en todas partes y por lo general no en el lugar apropiado, ni en la situación apropiada. Opta por lo que le ofrece los enemigos del alma. De manera pues que, la felicidad verdadera empieza con ir contra corriente, el facilismo no es el mejor consejero. Es pues, en primer lugar la toma decidida por Cristo, no vale el comportamiento de estas ocho situaciones apartados de Dios, estas son del ámbito religioso. El Señor hace la promesa a quienes toman posición de vida por él y por el Reino, a los que optan por ser sus discípulos.

También, el Señor añade lamentaciones para aquellos que no aceptan el mensaje de salvación, sino que se encierran en una vida autosuficiente y egoísta. “Hoy pongo ante ti la vida y el bien, o la muerte y el mal” (Dt. 30,15), el camino de la vida y el camino de la muerte. No hay una tercera posibilidad neutra: quién no va hacia la vida se encamina hacia la muerte; quién no se deja guiar por la luz, permanece en la oscuridad y se encamina a las tinieblas y precisamente este es el camino que nos proponen los enemigos del alma: satanás, el mundo y la carne concupiscente.


martes, 10 de septiembre de 2013

Ya que habéis aceptado a Cristo Jesús, el Señor, proceded según él

Nos dice san Pablo, “Si aceptas a Cristo, proceded según él” los apóstoles fueron formados y procedieron según el Señor, menos uno. No es diferente para nosotros, también debemos ser formarnos para poder estar «en Cristo», dependientes de él ya que somos como niños necesitados de un medio vital, así como el niño en el seno de su madre y que vive por ella. Y esta formación implica desapegos, obediencia, amor y trabajo a cambio de nada terreno; sin permitir que nadie cambie nuestro rumbo mediante la falsedad fundada en culturas humanas o según fuerzas del maligno, sino con la autoridad según nuestro Señor Jesús. Todo para dar gloria de Dios y santa satisfacción, mientras llega la hora de la paga muy especial.

La iglesia nace cada día por tradición, pero surge con los apóstoles. Hay una continuidad histórica que garantiza su autenticidad. La elección de los doce apóstoles surge después de una jornada de oración, era una decisión importante, pero no desconocida para Dios. La oración se daba por nosotros, por la continuidad de su iglesia; oraba para que el relativismo y el modernismo fueran incapaces de imponerse contra ella. De la misma manera, nuestras disposiciones deberían germinar tras un encuentro con Dios en la oración. El Espíritu Santo nos puede ayudar a encontrar la solución más adecuada en cada uno de nuestros actos importantes.

El Señor nos ha elegido y por tanto enviados, de manera que para vivir con Él, es indispensable el trato íntimo, la amistad personal es lo primero, de él nos alimentamos y tomamos fuerzas para lograr la fecundidad; las cosas con el Señor son claras, ora, vive con su comunidad y sale a evangelizar, sin más. Evangelizar es hacer el bien en la gente, no solo desde el punto de vista espiritual, también en el campo psicológico y el medio en que se encanilla la vida del creyente. El mundo está ávido del conocimiento de la verdad, de amor y de la trascendencia.


lunes, 9 de septiembre de 2013

De Dios viene mi salvación y mi gloria.


En la primera lectura san Pablo dice que se alegra de sufrir. Al contemplar a Jesús crucificado, el santo siente que esta continuando la gran obra de Jesús, la redención para todos los pueblos. Quien no sea discípulo de Cristo no puede alegrarse al sufrir por la causa. Lo que el santo de Tarso sentía era una alegría inalterable, con tal de hacer su obra de apostolado encomendada por Cristo. Siempre que se quiera trabajar por la salvación de las almas, siempre que se quiera trabajar por la dignidad del ser humano, siempre que se pretenda trabajar por la justicia, habrá quien se oponga, critique y busque como desacreditar y tratar de poner por el piso tal gesta. Pero como san Pablo, no importa los obstáculos se debe predicar y denunciar a tiempo y a destiempo.

Si a nuestro Señor Jesús, que solo vino a librarnos de la muerte y para ello solo hizo el bien, sin tocar nada de lo material que produce envidia; sus contemporáneos no hallaban la manera de encontrar de que acusarlo para acabar con él. Cuanto más difícil será para sus discípulos que se atrevan a trabajar por la salvación de las almas, por la justicia y la dignidad de la persona humana.

Tal vez sin quererlo los católicos nos quedamos solo en actos de trasmisión de la Palabra, para la conversión de los alejados de Dios. Faltaría pues, el complemento para que los conversos encuentren un mejor aliciente de sus vidas, la dignidad y la justicia y ante estos aspectos tan fundamentales y a pesar de ser mandato divino, nos quedamos en la omisión; cuesta ser piedra en el zapato de los causantes de la violencia, de la injusticia y la mentira.

La sanación y la liberación no es tema olvidado por Dios, lo que ha ocurrido es que nuestra fe y fidelidad han disminuido y los dones los da el Espíritu Santo, precisamente para hacer el bien, con rectitud, con verdadera intensión, especialmente con los más necesitados. Dios nos ama a todos de manera personal, quiere que seamos sus manos en el desvalido, quiere manifestar su amor por medio de sus servidores para darnos lección de vida. Aunque este el sol radiante nos falta la luz; y por tanto el enemigo siembra odio, mentira e iniquidad en el hombre. Ante este cuadro quedamos en deuda porque se nos hace difícil llegar donde los que menos cuentan; a grosso modo muchos se hacer servidores del enemigo. Hacer el bien se ha convertido en una carga pesada. Nos falta a ejemplo de san Pedro Claver, a quien la Iglesia recuerda hoy, ir donde el estigmatizado, no con hierro sino por sus condiciones, a llevarle la verdadera alegría y a ser la voz de éste ante los poderosos.


sábado, 7 de septiembre de 2013

Dios os ha reconciliado para haceros santos, sin mancha.


“Antes estabais también vosotros alejados de Dios y erais enemigos suyos por la mentalidad que engendraban vuestras malas acciones
” quizás antes había en nuestros actos el interés personal, que nos hacía enemigos de Dios. Quizás antes no agradábamos a Dios sirviendo a los demás. Quizás antes no servíamos para servir. Qué difícil es perder un poco para darle la mano a otro, pensando que en es ese no está Dios y que Dios no paga.

No es suficiente vivir bajo a la mera observancia de la Ley, es indispensable vivir la ley desde el Evangelio que da la razón a la ley. Alguna vez dio el Señor: "Ustedes pagan el diezmo hasta sobre la menta, el anís y el comino, pero no cumplen la Ley en lo que realmente tiene peso: la justicia, la misericordia y la fe. Ahí está lo que ustedes debían poner por obra, sin descartar lo otro. “¡Guías ciegos! Ustedes cuelan un mosquito, pero se tragan un camello” (Mt.23, 23-24)

Se mira para sí mismo lo secundario y se rechaza lo esencial. El sábado era el día más importante para el pueblo judío, día de descanso y consagrado a Dios; no movían un dedo en favor de los demás, sin embargo no dejaban al sol y sin agua a su ganado. El servicio por la dignidad de la persona humana siempre ha costado caro, siempre habrá disculpas para no servir. “El Hijo del hombre es señor del sábado” Para nosotros hoy el día domingo es para glorificar a Dios. Y todo lo demás viene detrás y está al servicio del hombre.

Hoy los domingos más bien es, por muchos, para cansarse y para alejarse más de Dios. Mírate a ti y mira a tu alrededor y encontraras este cuadro. Bueno también, muchos asistimos a la santa misa, pero nos quedamos cortos en la centralidad y en el sentido que le damos a este acto. Es pues, necesario rectificar y vivir con mejor intensión, con mejor rectitud, con más agradecimiento, con más reconocimiento, con más diligencia, con una mejor amistad con Dios y con nuestros semejantes, antes que el tiempo y que nuestros intereses. Estamos llamados a vencer esa resistencia que ponemos cuando el Señor nos dice: “Me gusta la misericordia más que las ofrendas” (Mt. 9, 13). Dios quiere de nosotros, fe, obediencia, justicia y caridad.


viernes, 6 de septiembre de 2013

Entrad en la presencia del Señor con vítores.


“Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán” nuestro Señor Jesús está todavía en el comienzo de su carrera de rabino, y la disciplina que impone a sus discípulos es, para los fariseos, aparentemente tolerante. La manera del Señor es bien diferente, se basa en actos de fondo y no de forma. Implícitamente queda claro que no queda abolido el ayuno ni la oración, sino que por el momento están aprendiendo como ha de hacerse estos actos para que tengan merito, para que sean del agrado del Padre.

Nuestros actos, como creyentes, los queremos hacer pensando en Dios, pero como sus iguales, “El que me ve a mí ve al Padre” (Jn.14, 8) Por eso es más seguro ver a Dios reflejado y revelado en Cristo. Y a partir de esa imagen comprender nuestra realidad humana. Es a partir de Cristo que nuestro actos pueden agradar a Dios y porque en el Señor podemos entender mejor lo que somos, lo que debemos ser y como lo debemos hacer. De manera que nuestro ayuno y nuestra oración, lejos de ser actos para tranquilizar la conciencia; estos actos se basan más en lo espiritual, en la intensión, en la relación intrínseca y permanente con Dios, que en simples actos cumplidos por norma, por disciplina.

La metáfora nos muestra a un novio, que supone un banquete, unos odres y un traje. Para que irse a otra fiesta si esta es la mejor, para que otros odres si este contiene el mejor vino, para que un traje distinto si este es el mejor vestido. Con la venida de nuestro Señor Jesús, todo es nuevo, cambian las formas, los conceptos, las maneras, los sentimientos y las intenciones. Todo se encamina a aceptar el Reino de Dios; como invitados por Cristo podremos asistir al banquete de bodas en el Reino de los cielos, donde se vive el amor verdadero con gozo pleno, donde no existe imposiciones, frustraciones ni tristeza.


jueves, 5 de septiembre de 2013

El Señor da a conocer su victoria.


San Pablo nos habla hoy sobe nuestra conducta basado en el conocimiento y las buenas obras. Nosotros los católicos estamos llamados a servir, pero es indispensable la luz, la sabiduría que proviene del Espíritu Santo para poder hacer la voluntad de Dios y es Él quien nos da "la fuerza para soportar todo con paciencia y alegría".

Y en el pasaje del Evangelio encontramos realizada la profecía: (Eze 47:10) “y junto al Mar se establecerán los pescadores, y desde En-Guedí hasta En-Eglaim habrá un lugar para extender las redes” aunque se prometía una pesca abundante, en este caso se han pasado la vida en oscuridad y no han pescado nada; símbolo de no haber producido nada. Y el Señor hoy nos está llamando a escuchar su Palabra y acto seguido a responder a la vocación, a hacer visible nuestras aptitudes, mediante la obediencia «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» nos hemos pasado la vida bregando y dentro de nosotros hay una voz que nos dice que no hemos hecho lo debido, que no hemos atendido al llamado, que hemos desviado nuestra vocación original predispuesta por Dios en cada uno de nosotros.

Nos dice el Señor si haces lo que quiero actuaras con la luz, producirás mucho fruto y cuyo resultado te servirá para un gozo placentero. Te servirá para reconocerte pecador, para reconocerte como niño necesitado, dependiente. Te servirá para que cambies la manera de pensar y dejes las intenciones que tienes para que siempre estés bajo mi protección, pensando y haciendo con migo a fin de agradar a Dios. La pesca milagrosa se hace remando mar adentro dejando las aparentes seguridades de la arena que en muchos casos suele ser movediza. La pesca se hace dónde están los peses y la obra para el Reino de Dios se hace dónde están los pecadores, «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»


miércoles, 4 de septiembre de 2013

También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.


«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.» ¿a qué pueblos se refería el Señor? a todo el mundo. “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt.28, 18). Y ¿quién ha enviado al Señor? El Padre por amor a nosotros y es nuestro Señor Jesús quien voluntariamente quiso venir al mundo, como el Unigénito quiso sacrificarse por amor a la humanidad. Si, era el único que podía redimirnos, el único que puede librarnos de la muerte. De manera pues, que si nos consideramos “amigos” de Jesús, sus discípulos, debemos evangelizar a ejemplo de lo que hizo Jesús. A eso nos ha mandado. La evangelización empieza por casa, por nuestra familia, con el ejemplo de vida, con la proclama de la Palabra y con la unidad en Cristo nuestro Señor. Y el mismo Dios es quien se encarga de sanar, de curar y de expulsar demonios. Sin olvidar que la obra no es nuestra es de Dios y que nosotros apenas somos sus siervos inútiles, pero que Dios se vale del hombre para salvar a los hombres.

Jesús empezó a curar a los enfermos, iniciando por la suegra de Simón, todos los enfermos se curaban y “De muchos de ellos salían también demonios”. Una cosa que nos quede bien clara, Una cosa es las enfermedades físicas y otra bien diferente la posesión de espíritus del mal. Y aunque la gente no supo entender y reconocer quien era realmente Jesús, los demonios que bien lo conocían acaban confesando: “Tú eres el Santo de Dios”. Podemos preguntarnos porque el demonio expresa que Jesús es el Hijo de Dios, pues en primer lugar el demonio conoce más a Dios que nosotros mismos, y para colmo, quería con esta proclama tratar de inflar el ego de Jesús.Acordémonos de las tentaciones que hacía muy poco tiempo, quiso poner en la persona de Jesús, allá en el desierto: El tener, el poder y la fama.

No basta con anunciar y confesar; eso, lo hace también el demonio. Hay que dar testimonio de vida y ser conscientes que el único que hace la obra de conversión es Dios, es el Espíritu Santo quien nos da la luz y la verdad, es Dios que nos nutre de su amor para poder hacer la obra en el hermano por amor. Con verdadera intensión por la justicia y verdadera intención por la salvación de las almas, porque todos somos hijos de Dios; de Él procedemos y a Él debemos volver.


martes, 3 de septiembre de 2013

Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.


De Nazaret lo expulsan, en Cafarnaúm es distinto, el Señor encuentra personas con fe, allí es acogido y recibido con gusto; sana enfermos y expulsa demonios; difunde su mensaje y enseña con autoridad y todos manifiestan su admiración diciendo: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.» Ante muchos incrédulos hasta los espíritus del mal lo reconocen y declaran que es el Hijo de Dios. A la admiración de los asistentes de esta población, se asocia la voz del demonio: “Sé quién eres: el Santo de Dios”.

Me atrevo a pensar que en nuestro tiempo, aquellos que predican la inexistencia de los espíritus inmundos que hacen morada en las personas, lo hace por ignorancia, pero sobre todo por falta de obediencia a Dios y a la vez se hacer servidoras del maligno, ya que a éste no le conviene mostrarse, si se hablara sobre su existencia o si se manifestara en forma franca, la gente se convertiría, tendría más fe. Por tanto no le es conveniente para al enemigo declarar públicamente su enemistad con el hombre, hoy lo hace de manera solapada valiéndose, para su acción, de los que carecen de fe, de los que mantienen una vida de pecado.

La cosa es clara, se trata de lo espiritual, no de la materia. Pero el cuerpo se resiste a aceptar que lo espiritual es una realidad, se resiste a reconocer a Dios como el creador, como el omnipotente, omnisapiente , (...) y eterno. Aunque en Nazaret no haya hecho milagros. Allí en Cafarnaúm muestra su autoridad sobre toda creatura. El maligno con poder para sembrar calamidad y violencia, ya queda sin autoridad. La voz del Señor es autoridad y está por encima de todo poder. Allí el Señor se manifiesta como el pastor bueno, que vino a dar vida en abundancia, el que ha venido a servir y no ser servido; proclama un Reino de bondad y sus obras son amor, paz, servicio y entrega.

Frente a la acción del maligno hay que combatirla con la autoridad de Dios, sin ambigüedades. Al mal hay llamarlo por su nombre y hay que combatirlo con nuestra renuncia, con nuestro obrar por amor, con nuestro testimonio; mediante la ayuda divina, es solamente Dios quien fortalece nuestro espíritu para que tenga autoridad sobre nuestra concupiscencia.


lunes, 2 de septiembre de 2013

El Señor llega a regir la tierra


Varios calificativos podemos encontrar en los paisanos de nuestro Señor Jesús, para destacar la actitud de admiración por su elocuencia. Pero cuando se presenta, cuando quiere expresarles quien es Él, encuentra que no hay fe en este pueblo, no son capaces de comprender, no es un acto aislado, no es solo un acto de indiferencia sino de repudio y por tanto lo expulsan. Esta actitud de las gentes de Nazaret no es extraña, ya que se manifiesto en muchas partes hasta el viernes santo y luego en todos los tiempos en el mundo. ¿Quién está detrás de esto? aunque haya poca comprensión, es la acción del maligno en nuestra carne débil. El enemigo que es el “padre de la mentira y del engaño”. Por nuestra debilidad espiritual el gozo del Evangelio choca con el sentimiento de la carne.

Seguramente hubo algunos que no estuvieron de acuerdo con este comportamiento, y se debe que también en todas partes y en todos los tiempos hay personas de fe, aunque no lo sepan han permitido que Dios obre en ellos. Hoy también, hay personas que viven el Evangelio, y lo hace de forma tan sencilla que pasa inadvertida y no nos damos cuenta, pues se trata de personas comunes y corrientes, por tanto no les prestamos atención.

El Señor tocaba ese día un mensaje fascinante y especial “Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor” Y la soberbia estalla cuando Jesús añade: “Hoy se cumple esta Escritura”. Entonces espiritualmente hablando, encontramos que es fácil vivir siendo buenos, pero la carne se opone a la presencia de Dios.

Pidamos al Dios de la vida que nosotros, hoy, también fijemos los ojos en el Redentor, en el Maestro de Nazaret. Con realismo nos concibamos la unción del Espíritu del Señor; nos sintamos tocados por la presencia del Señor y que nos envíe a comunicar a los hombres y mujeres de hoy la buena noticias de parte de Dios que quiere a los pobres, que quiere la libertad para los cautivos por el pecado, que quiere dar su luz a los ciegos espiritualmente; para dar libertad a los oprimidos por las culturas de este mundo, para anunciar el año de gracia del Señor.