Nos dice san Pablo, “Si aceptas a Cristo, proceded según él” los
apóstoles fueron formados y procedieron según el Señor, menos uno. No es
diferente para nosotros, también debemos ser formarnos para poder estar «en
Cristo», dependientes de él ya que somos como niños necesitados de un medio
vital, así como el niño en el seno de su madre y que vive por ella. Y esta
formación implica desapegos, obediencia, amor y trabajo a cambio de nada
terreno; sin permitir que nadie cambie nuestro rumbo mediante la falsedad
fundada en culturas humanas o según fuerzas del maligno, sino con la autoridad
según nuestro Señor Jesús. Todo para dar gloria de Dios y santa satisfacción,
mientras llega la hora de la paga muy especial.
La iglesia nace cada día por tradición, pero surge con los apóstoles.
Hay una continuidad histórica que garantiza su autenticidad. La elección de los
doce apóstoles surge después de una jornada de oración, era una decisión importante,
pero no desconocida para Dios. La oración se daba por nosotros, por la
continuidad de su iglesia; oraba para que el relativismo y el modernismo fueran
incapaces de imponerse contra ella. De la misma manera, nuestras disposiciones
deberían germinar tras un encuentro con Dios en la oración. El Espíritu Santo nos
puede ayudar a encontrar la solución más adecuada en cada uno de nuestros actos
importantes.
El Señor nos ha elegido y por tanto enviados, de manera que para vivir
con Él, es indispensable el trato íntimo, la amistad personal es lo primero, de
él nos alimentamos y tomamos fuerzas para lograr la fecundidad; las cosas con
el Señor son claras, ora, vive con su comunidad y sale a evangelizar, sin más. Evangelizar
es hacer el bien en la gente, no solo desde el punto de vista espiritual, también
en el campo psicológico y el medio en que se encanilla la vida del creyente. El
mundo está ávido del conocimiento de la verdad, de amor y de la trascendencia.
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