lunes, 2 de septiembre de 2013

El Señor llega a regir la tierra


Varios calificativos podemos encontrar en los paisanos de nuestro Señor Jesús, para destacar la actitud de admiración por su elocuencia. Pero cuando se presenta, cuando quiere expresarles quien es Él, encuentra que no hay fe en este pueblo, no son capaces de comprender, no es un acto aislado, no es solo un acto de indiferencia sino de repudio y por tanto lo expulsan. Esta actitud de las gentes de Nazaret no es extraña, ya que se manifiesto en muchas partes hasta el viernes santo y luego en todos los tiempos en el mundo. ¿Quién está detrás de esto? aunque haya poca comprensión, es la acción del maligno en nuestra carne débil. El enemigo que es el “padre de la mentira y del engaño”. Por nuestra debilidad espiritual el gozo del Evangelio choca con el sentimiento de la carne.

Seguramente hubo algunos que no estuvieron de acuerdo con este comportamiento, y se debe que también en todas partes y en todos los tiempos hay personas de fe, aunque no lo sepan han permitido que Dios obre en ellos. Hoy también, hay personas que viven el Evangelio, y lo hace de forma tan sencilla que pasa inadvertida y no nos damos cuenta, pues se trata de personas comunes y corrientes, por tanto no les prestamos atención.

El Señor tocaba ese día un mensaje fascinante y especial “Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor” Y la soberbia estalla cuando Jesús añade: “Hoy se cumple esta Escritura”. Entonces espiritualmente hablando, encontramos que es fácil vivir siendo buenos, pero la carne se opone a la presencia de Dios.

Pidamos al Dios de la vida que nosotros, hoy, también fijemos los ojos en el Redentor, en el Maestro de Nazaret. Con realismo nos concibamos la unción del Espíritu del Señor; nos sintamos tocados por la presencia del Señor y que nos envíe a comunicar a los hombres y mujeres de hoy la buena noticias de parte de Dios que quiere a los pobres, que quiere la libertad para los cautivos por el pecado, que quiere dar su luz a los ciegos espiritualmente; para dar libertad a los oprimidos por las culturas de este mundo, para anunciar el año de gracia del Señor.


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