viernes, 27 de septiembre de 2013

“Llenaré de gloria este templo”


Estando una vez orando a solas…” separado de sus discípulos. La comunicación con el Padre, por la pregunta a sus discípulos, da a entender que surgió un análisis de lo que estaba ocurriendo en tierra de Galilea. La gente quería liberarse de la opresión de los romanos, muy pocos entendieron que la misión de nuestro Señor Jesús, era la liberación trascendental, la vida. La gente lo identificaba con personajes del Antiguo Testamento y no con la novedad del reino de Dios.

Jesús pregunta a sus discípulos: “y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro lo identifica como el Mesías de Dios. Seguramente Pedro tenía en su mente que el Antiguo Testamento, contenía a un Mesías que restauraría el reino de David. Pero muchos no percataban el objetivo del mesianismo de Jesús, con su aclaración de la Palabra dirigida a su pueblo especialmente a los desfavorecidos, a los excluidos. Quería ser reconocido como el Dios amor deseoso de vivir en el corazón de cada uno de los miembros de su pueblo. Quería forjar su reino en el espíritu y no en el mundo material, político o social.

Si bien en aquella época la gente le fue difícil reconocer quien era Jesús, hoy no podemos justificar nuestra falta de fe, esperanza y caridad. “En el Juicio Final seremos juzgados por Dios en la caridad”. Si rechazamos el sentimiento de la presencia de Dios, es por soberbia por pura rebeldía como niños malcriados.

Se hace realidad la falta de formación en la fe de los niños, para que aprendan a ver a Dios reflejado en la naturaleza, se dejen amar y luego de una correspondencia en espíritu puedan sentir la presencia viva del Espíritu Santo en su ser. “No sabéis que sois templo y morada del espíritu santo” (1 Co. 3,16) – Ante esta realidad ¿porque nos cuesta tanto empaparnos de las cosas de Dios? ¿Quién se opone? Nos lo explica el Señor: “¿Ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mat 26:40-41) el cuerpo se dispone a lo material y el espíritu a lo divino, a lo trascendente.


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