miércoles, 4 de septiembre de 2013

También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.


«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.» ¿a qué pueblos se refería el Señor? a todo el mundo. “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt.28, 18). Y ¿quién ha enviado al Señor? El Padre por amor a nosotros y es nuestro Señor Jesús quien voluntariamente quiso venir al mundo, como el Unigénito quiso sacrificarse por amor a la humanidad. Si, era el único que podía redimirnos, el único que puede librarnos de la muerte. De manera pues, que si nos consideramos “amigos” de Jesús, sus discípulos, debemos evangelizar a ejemplo de lo que hizo Jesús. A eso nos ha mandado. La evangelización empieza por casa, por nuestra familia, con el ejemplo de vida, con la proclama de la Palabra y con la unidad en Cristo nuestro Señor. Y el mismo Dios es quien se encarga de sanar, de curar y de expulsar demonios. Sin olvidar que la obra no es nuestra es de Dios y que nosotros apenas somos sus siervos inútiles, pero que Dios se vale del hombre para salvar a los hombres.

Jesús empezó a curar a los enfermos, iniciando por la suegra de Simón, todos los enfermos se curaban y “De muchos de ellos salían también demonios”. Una cosa que nos quede bien clara, Una cosa es las enfermedades físicas y otra bien diferente la posesión de espíritus del mal. Y aunque la gente no supo entender y reconocer quien era realmente Jesús, los demonios que bien lo conocían acaban confesando: “Tú eres el Santo de Dios”. Podemos preguntarnos porque el demonio expresa que Jesús es el Hijo de Dios, pues en primer lugar el demonio conoce más a Dios que nosotros mismos, y para colmo, quería con esta proclama tratar de inflar el ego de Jesús.Acordémonos de las tentaciones que hacía muy poco tiempo, quiso poner en la persona de Jesús, allá en el desierto: El tener, el poder y la fama.

No basta con anunciar y confesar; eso, lo hace también el demonio. Hay que dar testimonio de vida y ser conscientes que el único que hace la obra de conversión es Dios, es el Espíritu Santo quien nos da la luz y la verdad, es Dios que nos nutre de su amor para poder hacer la obra en el hermano por amor. Con verdadera intensión por la justicia y verdadera intención por la salvación de las almas, porque todos somos hijos de Dios; de Él procedemos y a Él debemos volver.


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