sábado, 21 de septiembre de 2013

A ti, oh Dios, te alabamos, a ti, Señor, te reconocemos. A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles.


Dios nos habla por boca de San Pablo y nos dice a nosotros hoy: “Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz” Quiere hacernos ver el valor de las virtudes. Lo que concluimos que la paz es un don de Dios. El Don de la paz aviva nuestra esperanza – fe – amor – y la acción de la caridad. Es Dios mismo que nos habilita para vivir en su santa voluntad. De nuestra parte requerimos esforzarnos por permanecer con una actitud humilde y obediencia basada en el amor.

Levi, hijo de Alfeo, el publicano cobrador de impuestos al servicio de los romanos, se gana su salario por este trabajo no bien visto ni aceptados por los judíos. El Señor sabe la correspondencia a los dones que hay en su interior, conoce sus pensamientos y al pasar por su lado lo invita a seguirle. A ejemplo de lo que nos dice el Señor, en Ap. 3,20, desde acá en nuestra militancia, el Señor invita a Levi a seguirlo y Jesús acepta ir a su casa se hace su huésped, “Mira, estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo”.

Esta actitud de Jesús fue causa de escándalo para muchos, para nosotros tampoco es comprensible, ir a casa de quien miramos con odio, es la morada de una persona que hay que rechazar a toda costa, quizás nosotros sepamos de algo parecido; sin embargo nos dice el Señor: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.» Dios no es excluyente, va y acepta a todos sin distinción, pero se fija en la intensión que hay en su alma, en la rectitud de conciencia pero para los demás, también, da la gracia para nuestra conversión, que es dejar lo antiguo para optar una conducta recta conforme a la voluntad de Dios.

La necesidad del divino Medico la tenemos nosotros y Él quiere venir a sanarnos, limpiar nuestras heridas por el pecado y vacunarnos (protegernos) contra el virus de la tentación. Misericordia, obra por amor, en los demás sin exclusiones, todos somos necesitados de Dios, y Dios quiere que todos nos salvamos. Que todos ayudemos a los demás a tener un encuentro personal con Cristo. Nos invita el Señor a dejar de juzgar con nuestra mirada superficial y mezquina y en reemplazo ser astutos para acrecentar su cuerpo místico – su iglesia.


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