viernes, 31 de enero de 2014

Misericordia, Señor: hemos pecado.


Hoy las lecturas nos ofrecen mucha riqueza espiritual. En la primera lectura, Palabra de Dios nos quiere llevar a una reflexión, a una revisión de vida; ayudados con el Salmo para lograr una profunda contrición de corazón y lograr una conversión verdadera. Todos pecamos de un modo o de otro. Así como el niño cuando está aprendiendo a caminar sufre caídas, estas le sirven para aprender a caminar y a desarrollar el sentido del equilibrio físico, también el pecado y el arrepentimiento nos lleva un equilibrio espiritual, “Por eso, estad sujetos a Dios. Resistid al diablo, y él huirá de vosotros.” (Stg.4,7).

El santo Evangelio nos presenta una de las parábolas que el Señor emplea para hacernos entender con minucias lo que es el reino de Dios en nuestros corazones. Nos quiere enseñar que las plantas crecen por la fuerza de la tierra y no por el poder de quien la siembra. Esta gran comparación, Jesús la aplica al Reino. Es decir, el Reino es obra de Dios. Jesús ha sembrado esa pequeña semillita y a crecido un árbol que llegara a ser frondoso, su iglesia donde se anidan muchas almitas para alimentarse y recibir sus dones. De tal menara que lo que nos corresponde es abrir nuestro corazón a la acción divina; lo debemos pedir y debemos trabajar para que llegue a otros. Nuestro Señor Jesús resalta la sorpresa que causa la aparente contradicción entre el comienzo y el final: un comienzo que en apariencia es nada frente a un final que es plenitud.

Es por obra divina y no los instrumentos de ninguna institución, por nuestras propias fuerzas, quienes hacen posible que el Reino crezca. Lo que si corresponde a nosotros es aceptarlo por amor, humildad y obediencia. Por tal el Señor nos quiere hacer ver el poder ilimitado de Dios y nos exhorta a ser consientes para percibir las cosas que ya estaban sucediendo en nosotros y en cada persona que tiene como prepósito una conversión verdadera. Para mayor profundidad podemos confrontar: (Lc 10,23); (Lc 11,20); (Lc 19,8); (Mc 12,44); …

jueves, 30 de enero de 2014

El que tenga oídos para oír que escuche


Nuestro Señor Jesús utilizando los mismos aforismos que sus contemporáneos, igual que nosotros hoy día, en situaciones concretas también empleamos dichos de sabiduría popular, para darle un sentido a lo que queremos expresar. El Señor quería que la verdad que ilumina a toda persona sea revelada, por eso hace esta pregunta: «¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? La luz no está hecha para ponerla bajo un celemín, que es una vasija que se utiliza para medir cantidades de grano o de semillas. No tendría sentido poner la lámpara debajo de un celemín, pues opacaría toda la luz, cuando la función de la lámpara es precisamente iluminar.

“Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.” La lámpara sobre el candelero es nuestro Señor Jesucristo, la verdadera luz del mundo. Esa luz que nos trae brilla para todos. El candelero es la Iglesia, porque la Palabra de Dios brilla a través de su predicación. Así los rayos de la Verdad pueden iluminar al mundo entero. Pero con una condición: no esconderla bajo el celemín, que sería vivir según la carne. Poner la luz en un lugar alto es darle el verdadero sentir y lo que significa la doctrina de Cristo que nos capacita para llevarle esa buena nueva a los alejados e indiferentes.

“La medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará con creces hasta lo que tiene.” Esta ley de la retribución, la aplica el Señor con aumento, dependiendo del cumplimiento del mandato de Dios, de la puesta al servicio de los dones que nos confiere el Espíritu Santo, de la aceptación a la divina voluntad de Dios. Se me antoja que lo que primero debemos pedir al Espíritu Santo es la gracia de poder dar a los demás lo que se nos ha dado gratis. Puesto que se trata de la salvación de todos, es lo que está en juego y es la voluntad de Dios. “Los que de mí comen tienen más hambre de mí, y más sed de mí los que de mí beben” (Eclesiástico 24,21).

¿Que nos impide iluminar? los interese mezquinos, los afanes por el materialismo, el relativismo, el dejar en segundo plano a Dios y la misión. Esta línea evangélica propuesta por el Señor, es tarea de todo cristiano, para que haya unidad en Cristo, donde no hay exclusiones; donde se redime y eleva la dignidad humana; donde se debe trabajar por la paz del mundo, con la paz donada; donde cabe la el trabajo por la justicia, el crecimiento social y la buena administración de toda la creación.


miércoles, 29 de enero de 2014

Salió el sembrador a sembrar



Nos refiriéndonos en primera instancia al versículo 12 “… a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que, por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen." Viene a memoria de la cita de (Is. 6,9), que será retomada por (Jn. 12,40) y (Hch. 28,26). Se utiliza aquí una forma gramatical propia del hebreo y difícil de traducir al castellano. - debería entenderse así: Los que están alejados de Dios por más que miren, no ven, por más que oigan, no entienden, pero si se convierten se les perdonara. Nuestro Señor Jesús no trata de excluir a nadie sino que advierte que los que optan por mantenerse a distancia sin la comprensión de todo el contexto, todo les será reservado, enigmático.

Los misterios del Reino no son entendibles a simple vista, por eso el Señor dejo su mensaje en forma de parábolas -género didáctico sencillo y aclarador. Para que la gente no mal interpretara; San Marcos, en este capítulo nos lo describe en tres parábolas: “El sembrador”, “La semilla que crece por sí sola” y “El grano de mostaza”. Este Reino no se presenta con bullicios y avasallador, según suponían muchos contemporáneos de Jesús. Se hace presente con la persona y la predicación de Jesús, pero sus frutos dependen de las disposiciones y de la acogida de los hombres (v- 14-20). Es necesario que los hombres tengamos una actitud de conversión permanente (v- 23-25), que seamos testigos de Jesus (v- 21-22) y que no juzguemos el Reino por la pequeñez de los comienzos porque, sin que sepamos cómo, por ser obra del Espíritu Santo, dará fruto (v- 26-29), un fruto que supera las perspectivas humanas (v- 30-32).

D manera que para poder entender los misterios del Reino de Dios en nuestros corazones, no es suficiente la inteligencia humana, la cátedra o el bullicio, se requiere una cercanía afectiva, con actitud de comunión permanente y una aceptación a la divina voluntad de Dios. Comparemos y vera que a nosotros nos suele ocurrir con el comportamiento humano, si hay distanciamiento, podremos constatar que tenemos diferentes criterios. Nuestro Señor Jesús es consciente que la propuesta del Reino de Dios tiene enemigos y muchas personas prefieren quedarse en la oscuridad propuesta por el maligno, por tanto la propuesta en su acogida tendrá limitaciones, muchas veces traicionada y como tampoco comprendida en su totalidad.


martes, 28 de enero de 2014

El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre


Al leer el pasaje del santo Evangelio, aparentemente se encuentra un tratamiento fuerte, algo difícil de entender, quizás no tanto para el momento sino para nosotros hoy día, por cuestiones de cultura. También su familia le parecía una locura lo que la empresa del Señor, debido a los comentarios de los fariseos en el pasaje del día anterior, «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.» eran cosas difíciles de decir y que no se inventan. ¡La familia de Jesús no comprende! Y quiere recuperarlo. A la noticia que su familia le busca, el Señor echa una mirada universal, y encuentra la manera de dar una explicación a todo el género humano. Para asociarnos como su propia familia.

De ahí que su respuesta a las preguntas que le hacían sobre que debían practicar “para entrar en la vida”, aparte de algunos mandamientos, su respuesta lo dice todo sobre la familia “honrar padre y madre” (Mc 10,19). A quienes, so pretexto de piedad y de dar limosnas al templo, descuidaban la atención a sus padres necesitados, les reprochó que “sustituían el mandamiento de Dios por tradiciones humanas” (Mc 7,9). Quiso el Señor resaltar dos cosas muy importantes: en primer lugar el cumplir la voluntad de Dios. Y segundo, si se cumple la voluntad de Dios, se observan los mandamientos, por tanto primero es Dios luego los padres y a continuación los demás, como fue establecido el orden del decálogo. Los tres primeros mandamientos corresponden a la relación con Dios y el cuarto con los padres. Entonces la fe no se confunde con el contexto sociológico; no se reduce a sentimientos humanos, aun cuando estos sean fraternos o familiares.

“En la vida pública de Jesús aparece reveladoramente su Madre ya desde el principio, cuando en las bodas de Caná de Galilea, movida a misericordia, suscitó con su intercesión el comienzo de los milagros de Jesús Mesías (cf. Jn 2, 1-11). A lo largo de su predicación acogió las palabras con que su Hijo, exaltando el reino por encima de las condiciones y lazos de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados (cf. Mc 3, 35; Lc 11, 27-28) a los que escuchan y guardan la palabra de Dios, como ella lo hacía fielmente (cf. Lc 2, 29 y 51). Así avanzó también la Santísima Virgen en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19, 25), sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado; y, finalmente, fue dada por el mismo Cristo Jesús agonizante en la cruz como madre al discípulo con estas palabras: «Mujer, he ahí a tu hijo» (cf. Jn 19,26-27) (Vaticano II, LG 58).

Cuanto le agradara a nuestro Señor Jesús, la alabanza dirigida a su Madre, como reconocimiento de singular grandeza llena de gracia, Jesús nunca descalificó la familia humana, sino que la enalteció como institución muy buena por el Creador.


lunes, 27 de enero de 2014

Satanás está perdido


Nos acercamos al tiempo fuerte de la liturgia de la iglesia y por tanto empieza a cambiar el contenido de las lecturas, hoy somos invitados a examinar nuestra conciencia, ¿cómo esta mi relación con el Espíritu Santo? Y en cuanto a la acusación que le hicieran a nuestro Señor Jesús, significa que los enemigos no pudieron negar los portentos que realizaba y no les quedó otra salida que interpretarlos como magia o como uso de poderes que le prestaba el mismísimo Satanás. Es una manera de criticar lo que uno no sabe. Se atribuye cualquier cosa, menos admirar las virtudes. Y es el celo, la envidia – son las puertas que se le abren a Satanás.

Todo cambio religioso lleva consigo algo de incomodidad, nos desconcierta, hasta los mismos familiares del Señor le decían que estaba fuera de sus cabales. La perfección de las cosas de Dios, no permite apoltronamiento en nuestra cultura, nos quita el pedestal que poseemos, por eso nos sentimos desacomodados y hasta nos valemos de falacias para desautorizar a quien lo proyecta y lo propone. Las enseñanzas del Señor las acompañaba con actos imposibles para el hombre sin fe. Por tanto con la parábola hace ver el poder y la autoridad de Dios, qué ha llegado quien va a triunfar sobre el mal. y nos indica que toda manifestación del mal es expansión directa de Satanás. De manera que lo que está en juego es la lucha entre el espíritu del mal y el del bien.

Es por eso que el Señor nos amonesta a no pecar contra el Espíritu Santo. Pecar contra el Espíritu significa negar la evidente presencia del Espíritu Santo, pensar que Dios no tiene poderes y autoridad, blasfemar contra Dios, negar la luz, frente a nuestra oscuridad. Como dice el refrán: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. También podemos hallar una fortaleza, la esperanza de que hay quien puede vencer el mal, que hay alguien a nuestro favor capaz de salvarnos. La última palabra la tiene el bien, el poder y la autoridad de Dios. Se trata entonces de reconocer y vivir el mandamiento del amor, a mayor amor mas se nos perdona, Dios nunca cerrara la puerta de la salvación para aquel corazón contrito y arrepentido.

sábado, 25 de enero de 2014

Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio.


En la primera lectura encontramos un gran acontecimiento y una manera muy particular de Dios para llamarlo a su servicio; Dios escogió ese momento. “¿Qué tengo que hacer, Señor?”
"El bienaventurado Pablo que nos reúne hoy ha iluminado al mundo entero. Cuando fue llamado se quedó ciego. Pero esta ceguera hizo de él una antorcha para el mundo. Veía para hacer el mal. En su sabiduría, Dios le volvió ciego para iluminarle para el bien. No solamente le manifestó su poder sino que le reveló las entrañas de la fe que iba a predicar. Había que alejar de él todos los prejuicios, cerrar los ojos y perder las luces falsas de la razón para percibir la buena doctrina, “hacerse loco para llegar a ser sabio” como él mismo dirá más tarde (cf 1 Cor 3,18)... No hay que pensar que esta vocación le ha sido impuesta. Pablo era libre para escoger...

Impetuoso, vehemente, Pablo tenía necesidad de un freno enérgico para no dejarse llevar por la fuga y despreciar la llamada de Dios. Dios, pues, de antemano reprimió este ímpetu, cubriéndolo con la ceguera, apaciguando su cólera. Luego, le habló. Le dio a conocer su sabiduría inefable para que reconociera a aquel que perseguía y comprendiera que no podría resistirse a su gracia. No es la privación de la luz lo que le hizo quedar ciego sino el exceso de ella...

Dios escogió este momento. Pablo es el primero en reconocerlo: “Pero cuando Aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo.” (Gal 1,15)... Aprendamos, pues, de boca de Pablo, que ni él, ni nadie después de él, ha encontrado a Cristo por su propio espíritu. Es Cristo que se revela y se da a conocer, como lo dice el mismo Salvador: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (cf Jn 15,16).” (San Juan Crisóstomo)


viernes, 24 de enero de 2014

Llamó a los que quiso


“La institución de los Doce”
El Señor Jesús, "a quien el Padre santificó y envió al mundo" (Jn 10, 36), hace partícipe a todo su Cuerpo místico de la unción del Espíritu con que El está ungido: puesto que en El todos los fieles se constituyen en sacerdocio santo y real, ofrecen a Dios, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales, y anuncian el poder de quien los llamó de las tinieblas a su luz admirable. No hay, pues, miembro alguno que no tenga su cometido en la misión de todo el Cuerpo, sino que cada uno debe glorificar a Jesús en su corazón y dar testimonio de El con espíritu de profecía.

Mas el mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo, en que "no todos los miembros tienen la misma función" (Rom 12, 4), entre ellos constituyó a algunos ministros que, ostentando la potestad sagrada en la sociedad de los fieles, tuvieran el poder sagrado del Orden, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres. Así, pues, enviados los apóstoles, como El había sido enviado por el Padre, Cristo hizo partícipes de su consagración y de su misión, por medio de los mismos apóstoles, a los sucesores de éstos, los obispos, cuya función ministerial fue confiada a los presbíteros, en grado subordinado, con el fin de que, constituidos en el Orden del presbiterado, fueran cooperadores del Orden episcopal, para el puntual cumplimiento de la misión apostólica que Cristo les confió.

El ministerio de los presbíteros, por estar unido al Orden episcopal, participa de la autoridad con que Cristo mismo forma, santifica y rige su Cuerpo. Por lo cual, el sacerdocio de los presbíteros supone, ciertamente, los sacramentos de la iniciación cristiana, pero se confiere por un sacramento peculiar por el que los presbíteros, por la unción del Espíritu Santo, quedan marcados con un carácter especial que los configura con Cristo Sacerdote, de tal forma, que pueden obrar en nombre de Cristo Cabeza." (Concilio Vaticano II
Decreto sobre el ministerio y la vida de los sacerdotes “Presbyterorum ordinis”, § 2) 

jueves, 23 de enero de 2014

Mi padre Saúl te busca para matarte


El anuncio del Evangelio, con obras y palabras, se expande y congrega junto a Jesús a multitudes de toda Palestina, como un preludio de lo que se repite en los cristianos de todos los tiempos. Sin embargo esta propagación por los comentarios de nuestro Señor Jesús, llegaban a todas partes, por tanto la gente necesitada se aglomeraba donde hiciera presencia. Esto fue motivo de selo y rivalidad, los fariseos tomaron todo esto en cuenta. Por otro lado mucha gente acudió con propósitos de sacar su propio beneficio personal, no por un reconocimiento de quien era el Señor y sus atributos. Eso mismo nos pasa a muchos hoy día; acudimos a su presencia con sentido mercantilista, en pos de milagros sin pensar que Dios siempre esta antes de los milagros.

¿Dónde ha quedado el reconocimiento, la lealtad, la obediencia, el servicio, los mandamientos, la aceptación de la autoridad, del Reinado y la voluntad divina, el proceso de conversión permanente? Muchos, por el contrario, han optado por la confianza en lo material, han puesto su complacencia en ídolos; permaneciendo en vida de pecado, en el relativismo, el subjetivismo, una religiosidad individualista, egoísta subvalorada, sin hacer ni dejar hacer. De ahí tantas falsas confesiones de nuestro Señor.


miércoles, 22 de enero de 2014

“¿Qué está permitido en sábado?”


El poder y la autoridad de Dios están con quienes le son fieles. En el A/T , las escrituras nos muestran cantidad de combates contra pueblos contrarios al pueblo elegido por Dios, y Dios protegió a quienes fueron fieles. Esto a manera de prefiguración del combate que nos corresponde librar hoy día a nosotros, lo cual ya no es contra personas sino contra los espíritus del mal que obran en nuestra carne y por tanto vemos tantas manifestaciones contarías a los propósitos de Dios.

Nuestro Señor Jesús para demostrar su poder y autoridad, perdono pecados, libero a los poseídos por espíritus, sano enfermos, resucito muertos, enseño con autoridad, restableció la dignidad humana, en fin hizo cantidad de cosas para provecho nuestro; para que nos quedara como ejemplo diciéndonos: “si tienen fe podrán hacer todo esto y mucho mas” quiere el Señor hacernos entender por todos los medios que lo importante es hacer un proceso de transformación de la conciencia humana para el servicio en este caminar hacia la tierra prometida.

Las controversias de Jesús con los jefes religiosos nos muestran los motivos que llevaron al Señor a la crucifixión. Pero la causa de fondo fue que Israel no ha sido capaz de corresponder al don de Dios. Tampoco es diferente lo que ocurre con su pueblo bautizado hoy día. Nos cuesta demasiado creer; por tanto surgen rivalidades, egoísmos, individualismos que paralizan; y cada quien quiere ser dios sin Dios. Siendo que lo dispuesto para este nuevo pueblo de Dios que es la Iglesia, es la fidelidad manifestada en obras, ¿cómo hacer frente a lo que nos dice el Señor en el capítulo 25 de san Mateo?


martes, 21 de enero de 2014

"El Hijo del Hombre es Señor también del sábado"


«El decreto del Éxodo (34,21) buscaba al mismo tiempo el respeto a Dios y el descanso del hombre, no una nueva forma de esclavitud. Era el día de la asamblea comunitaria, apto para consultar a los profetas, para reunir amistosamente a todos los miembros de la familia, para ofrecer a Dios sacrificios especiales, para recordar la alianza que Dios ha hecho con el hombre (Is 56,4-6).Pero toda esta zona de gozo, descanso, amistad y servicio, se había sumergido, por obra de los fariseos, en un complejo tal de preceptos que la alegría había quedado aprisionada entre tan espesa red. Existían dos libros enteros (Shabbath y Erubin) dedicados a recopilar todas las prescripciones referentes al sábado, con nada menos que 39 grupos de actos prohibidos en ese día».

Para la sociedad de entonces todo se contaba desde el cumplimiento y el incumplimiento, desde la pureza o la impureza física visible, desde lo que era legal o ilegal. Para ese modelo religioso lo trascendente se entendía como muy lejano, distante, como la ley que no permite diálogo. Nuestro Señor Jesús viene a dar claridad a muchas cosas que se tenían en la cultura judía como una carga sin sentido. La ley, por ser ley, muchas veces deja de ser buena; y el Señor resalta a Dios y la dignidad del hombre. Por eso la religión tiene que estar constantemente en observación para que con sus prácticas no llegue a imponer la vida al servicio de las normas institucionales, muchas veces carentes de bondad y de fraternidad. El Concilio Vaticano II, dice: «El orden social y su progresivo desarrollo se han de subordinar en todo momento al bien de la persona, porque el orden de las cosas se ha de someter al orden de las personas, y no al revés. El mismo Señor lo advirtió cuando dijo que el sábado había sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado (cf. Mc 2,27)»

Quiere nuestro Señor Jesús, para el hombre, una experiencia de fe vivida desde la libertad y la alegría; dónde el amor, la unidad y la bondad sean el calibre, la medida. Con su vida, con su doctrina y su acción liberadora, demuestra que lo trascendental es lo profundamente humano, lo realmente cercano, lo verdaderamente vital. Que permite una conducta humilde, sensible y de contacto cristiano.

lunes, 20 de enero de 2014

“El novio está con ellos”


La práctica del ayuno en la época se debía mas bien por el cumplimiento de la ley mas no por un sentido espiritual coherente. Pero la gente viendo que el Señor no inculcaba la práctica del ayuno a sus discípulo, es motivo de interrogantes, y al hacer la pregunta, sacan de Jesús un enseñanza centrada coherente con el reino que ha vendido a implantar. El esposo, según la expresión de los profetas de Israel, indica al mismo Dios, y es manifestación del amor divino hacia los hombres (Israel es la esposa, no siempre fiel, objeto del amor fiel del esposo, Yahvé). Y Jesús está aquí declarando su divinidad, llama a sus discípulos «los amigos del esposo», estos quienes ha sido invitados a seguirle, están con Él, por tanto no necesitan ayunar porque además de una presencia física tienen a Dios en sus corazones como aceptación del Reino de Dios, recibiendo la gracia para hacer la voluntad divina.

Empezamos la semana con la novedad del vino nuevo se echa en odres nuevos. La novedad que nuestro Señor Jesús, trajo para toda la humanidad. Pues el Reino que anuncia Jesús, no es comparable a la experiencia religiosa de Israel, Por malas interpretaciones se basaba en la culpa, el miedo y la tristeza, emanada por la ley, Nuestro Señor Jesús hace las debidas aclaraciones y explica que la ley tiene que estar al servicio de la vida del ser humano. De lo contrario la religión, los ritos, el culto, la vida de oración, no tendrían ningún sentido.

Somos hijos del Dios que “hace nuevas todas las cosas” mediante una conversión permanente, pero sin embargo nos aferramos a nuestras viejas mañas de incertidumbre. Muchas personas pueden dedicarse al servicio en las parroquias, pertenecer a un cuerpo comunitario, pero sin embargo olvidar el reinado de Dios. Los amigos del novio se vinculan a una nueva vida, marcada por la alegría y la felicidad de tener a Dios por Rey, manteniendo bien limpia la morada para el Espíritu Santo. La parábola nos recuerda que el Evangelio no es una reforma a instituciones religiosas envejecidas, sino que es una nueva propuesta de vida, con justicia, con amor, consientes de una disposición a Dios en espíritu y en verdad


sábado, 18 de enero de 2014

“Él se levantó y le siguió”


Las lecturas de hoy tocan un punto importante, el tema vocacional – en la primera lectura se habla de Saùl y en la segunda de Levi (Mateo). Dios está presente allá donde el hombre asume responsabilidades de orden humano, social, profesional, familiar, político. Quiere Dios interferir en el destino del hombre pero también se adapta a la decisión de los hombres. Dios conoce todo pensamiento, voluntad y rectitud de las personas y por tanto llama a personas, que a nuestra vista no serian los elegibles. Ahora bien que en el trayecto de su vida vocacional cambie la persona por dejarse motivar por el maligno, es otra cosa.

Nuestro Señor Jesús vio a levi y conociendo su interior le invita diciéndole “sígueme”, una palabra central y decisiva. Lo admirable de Levi, cobrador de impuestos hace el mejor negocio, al tratarse de la vida eterna; se levanta, se separa de la actividad que lleva hasta ese momento y le sigue, es como un despertar a una amanecer nuevo, desde ese momento va dispuesto a dejarse transformar. Para cualquiera no será fácil dejar un oficio de responsabilidad pero cómodo, con buenos dividendos que le proporcionan un bienestar. Levi obedece sin preguntas se lanza a una aventura, quizás movido por la curiosidad, posiblemente por el comentario de la gente, pero que aun no sabía la ganancia tan trascendente que va a obtener. San Ignacio de Loyola, describe en una peque frase la vocación: “Dios nuestro Señor así mueve y atrae la voluntad, que sin dubitar ni poder dubitar…” [EE 175]. Es la voluntad de Dios que penetra en el alma de los llamados.

Para Dios, todas las profesiones honestas son incluyentes al discipulado cristiano. Lo que impide ser discípulo de Cristo es creerse «justificado» es decir, no sentirse necesitado de salvación. «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (v. 17). Que admirable contemplar la imagen de Jesús como médico de almas; su terapia puede durar toda una vida, es su presencia, su estar con nosotros. La eficacia y la misericordia de Dios, la podemos ver operante y gratuita en la vida de Saúl y en Levi. Como podemos ver son situaciones normales pero que Dios actúa mediante el conocimiento interior de cada persona. Y si ésta es dócil al Espíritu Santo, el progreso espiritual se ve y se hace operante como verdadero testigo de Jesús, en medio del mundo en que vivimos.


viernes, 17 de enero de 2014

“Cantaré eternamente tus misericordias, Señor”


«Haz caso al pueblo en todo lo que te pidan. No te rechazan a ti, sino a mí; no me quieren por rey.» Michos no queremos a Dios como nuestro Rey, pero si a voluntad optamos por ídolos que esclavizan, en nuestro tiempo uno de los ídolos más fuertes es el Dinero. Y esta idolatría al dinero no es solo de nosotros los laicos, también ha permeado algunos miembros de la jerarquía de la iglesia. Sin embargo Dios soporta y perdona.

El episodio que relata el evangelio de hoy en cuya historia la imprevisible ocurrencia de los cuatro camilleros intrépidos y resueltos de aquel afortunado paralítico, a quienes Jesús alaba y bendice por su fe. A ellos solo les importa la rehabilitación de aquel hombre paralizado e incapaz de moverse por sí mismo, movidos por la ley del amor que siempre funciona, capaz de ponerse de acuerdo y persistir en la acción acordada, su única intensión es llevar al necesitado donde Jesús, es su misión. Seguramente hoy día la gente hubiese permitido la entrada de este necesitado, pero en ese tiempo muchos grupos de personas eran marginados, se les considera sin derechos. Ahora el marginamiento se manifiesta de otras maneras no es que pensar en las consultas en nuestras entidades prestadoras de servicio donde solo se medica acetaminofen.

En cuanto a nuestro Señor Jesús, se manifiesta como nuestro benefactor, nuestro dador de paz. Nuestro liberador de la esclavitud del pecado. «Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc 2,5) que dispensa tan generosa y luego el milagro de la sanación que para nosotros a nuestra vista seria como un cortometraje; milagro, realidad extraordinaria, como garante externos de lo que el Señor hace interiormente en nuestro espíritu y nuestra alma. «A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Levántate de tu miseria ponte en la paz que te otorgo, ve feliz porque tu dignidad de hijo de Dios, te ha sido restablecida.



jueves, 16 de enero de 2014

“Y quedó sano”


La primera lectura nos muestra la falta de coherencia con Dios, dejamos a Dios de lado y pensamos que por nuestras propias fuerzas somos capaces de vencer los enemigos espirituales quienes tienen poderes. Para luego lamentarnos como nos lo muestra el salmo. Durante toda la vida del hombre se ha preguntado ante la calamidad, ¿donde esta Dios? Dios puede contestarnos con sobrada razón: ¿Que pones en primer lugar en tu corazón?. Todos estamos expuestos a que nuestro corazón se nos vaya endureciendo, para dejar a Dios a distancia. Y la dureza de la vida puede abocar, incluso sin darnos cuenta, en personas desconfiadas, insensibles, pesimistas y a la desesperación. Precisamente estas son la artimañas del espíritu del mal, una vez siembre en nosotros la desconfianza, viene la duda, la rebeldía, el endiosamiento, es decir la soberbia. Si vivir es duro, sin Dios lo es aún más.

En la época de nuestro Señor Jesús, según la cultura, la exclusión para un leproso significaba una muerte lenta y penosa. La actitud del leproso del Evangelio, está llena de esperanza, de confianza, de fe, suplica porque sabe que su condición cambiara por obra divina. Y la acción de Dios comienza con el contacto físico, como lección que no hemos aprendido. De hecho ya es una ruptura a toda la legislación de pureza ritual en aquella sociedad. Jesús levanta a este miserable de su estado mediante la restitución a la sociedad, por eso le pide que acuda a cumplir lo establecido por Moisés, presentándose al sacerdote, representante de la estructura religiosa.

“Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz. En Cristo, Dios mismo ha querido compartir con nosotros este camino y ofrecernos su mirada para darnos luz. Cristo es aquel que, habiendo soportado el dolor, « inició y completa nuestra fe » (Hb 12,2)” (Papa Francisco- Luz de la fe 57)


miércoles, 15 de enero de 2014

Curó a muchos enfermos de diversos males

Ha sido consagrado a Dios por su madre. Pero he ahí que Dios interviene, Dios le llama por su nombre. En las cosas de Dios ya no es solamente una ofrenda de sí mismo, . Es una "respuesta"... Dios toma la iniciativa, y Samuel ha de responder: será "sí" o "no". La diferencia esta en hacer algo por cuenta propia y "hacer lo mismo en respuesta a alguien que espera"...

“Antes del amanecer… Jesús se retiró al desierto a orar”
La oración une al alma con Dios. Aunque nuestra alma sea siempre semejante a Dios por su naturaleza, restaurada por la gracia, de hecho a menudo se distancia de su semejanza a consecuencia del pecado. La oración nos muestra que el alma debe querer lo que Dios quiere; reconforta la conciencia; la hace apta para recibir la gracia. Dios nos enseña así a rogar con una confianza firme de que recibiremos aquello por lo que rezamos; porque nos mira con amor y quiere asociarnos con su voluntad y con su acción benéficas. Nos incita pues a rezar por lo que le agrada; Parece decirnos: "¿Qué es lo que podría gustarme más que veros rezar con fervor, sabiduría e insistencia con el fin de cumplir mis deseos?" Por la oración pues, el alma se une con Dios"

El trabajo sin oración queda con el faltante, nosotros podremos ser buenos, hacer buenas obras,pero si no lo hacemos con Dios, pensamos que somos nosotros los poderosos. cuando nuestro trabajo esta acompañado de ofrecimiento sincero a Dios, Dios se complace, es convierte en un acto de gloria para Dios. Ahora bien en el trabajo duro lleno de preocupaciones, atención y dedicación, se podía decir que no queda tiempo para la oración; un ofrecimiento a Dios y una mirada a Dios no demanda tiempo considerable; ademas el tiempo es de Dios. El Señor nos enseña que debemos orar para hacer el trabajo, cualquiera que sea, el apostolado evangelizador sin oración no vale, el Espiritu Santo no vendrá a hacer la obra.


martes, 14 de enero de 2014

Les enseñaba con autoridad


La página del primer libro de Samuel que hoy nos ofrece la liturgia permite una lectura vocacional. La madre de Samuel era estéril, pero sabe que para Dios no hay imposibles, acude al templo y le pide y se comporta con fe sincera; por tal de Dios le viene la providencia divina, al concederle el hijo pedido. El ser humano no puede nada por sí mismo. Todo es por don divino. La vocación que nace, como la vida misma, es fruto de la intervención misteriosa de Dios.Actitud bien distinta a lo que podemos observar hoy día en tantas madres que procuran, por el contrario, matar a sus hijos, Aquella madre pide a Dios poder dar vida y promete darle formación para entregarle esa vida a Dios. Se complace en poder ser protagonista del querer de Dios como procreadora.

“Hoy, primer martes del tiempo ordinario, san Marcos nos presenta a Jesús enseñando en la sinagoga y, acto seguido, comenta: «Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mc 1,21). Esta observación inicial es impresionante. En efecto, la razón de la admiración de los oyentes, por un lado, no es la doctrina, sino el maestro; no aquello que se explica, sino Aquél que lo explica; y, por otro lado, no ya el predicador visto globalmente, sino remarcado específicamente: Jesús enseñaba «con autoridad», es decir, con poder legítimo e irrecusable. Esta particularidad queda ulteriormente confirmada por medio de una nítida contraposición: «No lo hacía como los escribas».”

Sus oyentes percibieron esa autoridad al expulsar un espíritu perturbador; el Señor quiere rescatar a la humanidad de la reducción, de la esclavitud demoniaca, quiere devolverle la dignidad humana. Que comparación o que pasa hoy día en nuestro mundo en que vivimos, con relación a los espíritus del mal. ¿Será que ya no existen? Será que son inocuos? ¿Por qué no se habla de ellos? ¿Será que la gente se ha vuelto inmune a su acción? Yo diría más bien, que al estar tan alejados del mandato de Dios, del cumplimiento de su divina voluntad, no podemos percibir el mal que nos rodea, vivimos en medio del mal y de la acción del maligno y eso no nos dice nada; tampoco nos dice nada la doctrina de Cristo, lo tomamos a nuestra buena gana. Todo se ha vuelto relativismo, individualismo, dioses sin Dios.


domingo, 12 de enero de 2014

Convertíos y creed en la Buena Nueva


Durante las primera semanas vernos el Evangelio de san Marcos, al parecer el primero que se puso por escrito; relata la "predicación de Juan Bautista", "el bautismo de Jesús" y "el retiro de 40 días de nuestro Señor Jesús en el desierto, donde fue tentado".. Relata la iniciación del ministerio público de Jesús quien vincula su primer anuncio del Reino con el llamado al discipulado y la conversión. Para nosotros equivale a la nueva evangelización que ha de ponerse en práctica.

«Convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1,15). Convertirse, ¡A Cristo! Así lo expresó: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37). “Convertirse significa acoger agradecidos el don de la fe y hacerlo operativo por la caridad. Convertirse quiere decir reconocer a Cristo como único señor y rey de nuestros corazones, de los que puede disponer. Convertirse implica descubrir a Cristo en todos los acontecimientos de la historia humana, también de la nuestra personal, a sabiendas de que Él es el origen, el centro y el fin de toda la historia, y que por Él todo ha sido redimido y en Él alcanza su plenitud. Convertirse supone vivir de esperanza, porque Él ha vencido el pecado, al maligno y la muerte, y la Eucaristía es la garantía”

Qué bien nos hace empezar este nuevo año con la idea central de nuestra verdadera conversión, de direccionar en Cristo nuestros pensamientos, palabras, obras y sin omisiones. Es propicio este tiempo para alinear nuestra existencia con la mirada a Dios, el dueño de la vida y de la gracia. Sin Dios nada somos, con Dios todo lo podemos. Cumplir el mandamiento del amor por encima de todo, de nuestros criterios y de lo que propone nuestro mundo actual. De esta manera lo primero que podemos percibir es la paz. Y a propósito de la paz es de cada uno de nosotros, es personal y la paz no está en los escritorios ni en los libros. La paz es un don de Dios.