viernes, 31 de enero de 2014

Misericordia, Señor: hemos pecado.


Hoy las lecturas nos ofrecen mucha riqueza espiritual. En la primera lectura, Palabra de Dios nos quiere llevar a una reflexión, a una revisión de vida; ayudados con el Salmo para lograr una profunda contrición de corazón y lograr una conversión verdadera. Todos pecamos de un modo o de otro. Así como el niño cuando está aprendiendo a caminar sufre caídas, estas le sirven para aprender a caminar y a desarrollar el sentido del equilibrio físico, también el pecado y el arrepentimiento nos lleva un equilibrio espiritual, “Por eso, estad sujetos a Dios. Resistid al diablo, y él huirá de vosotros.” (Stg.4,7).

El santo Evangelio nos presenta una de las parábolas que el Señor emplea para hacernos entender con minucias lo que es el reino de Dios en nuestros corazones. Nos quiere enseñar que las plantas crecen por la fuerza de la tierra y no por el poder de quien la siembra. Esta gran comparación, Jesús la aplica al Reino. Es decir, el Reino es obra de Dios. Jesús ha sembrado esa pequeña semillita y a crecido un árbol que llegara a ser frondoso, su iglesia donde se anidan muchas almitas para alimentarse y recibir sus dones. De tal menara que lo que nos corresponde es abrir nuestro corazón a la acción divina; lo debemos pedir y debemos trabajar para que llegue a otros. Nuestro Señor Jesús resalta la sorpresa que causa la aparente contradicción entre el comienzo y el final: un comienzo que en apariencia es nada frente a un final que es plenitud.

Es por obra divina y no los instrumentos de ninguna institución, por nuestras propias fuerzas, quienes hacen posible que el Reino crezca. Lo que si corresponde a nosotros es aceptarlo por amor, humildad y obediencia. Por tal el Señor nos quiere hacer ver el poder ilimitado de Dios y nos exhorta a ser consientes para percibir las cosas que ya estaban sucediendo en nosotros y en cada persona que tiene como prepósito una conversión verdadera. Para mayor profundidad podemos confrontar: (Lc 10,23); (Lc 11,20); (Lc 19,8); (Mc 12,44); …

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