domingo, 12 de enero de 2014

Convertíos y creed en la Buena Nueva


Durante las primera semanas vernos el Evangelio de san Marcos, al parecer el primero que se puso por escrito; relata la "predicación de Juan Bautista", "el bautismo de Jesús" y "el retiro de 40 días de nuestro Señor Jesús en el desierto, donde fue tentado".. Relata la iniciación del ministerio público de Jesús quien vincula su primer anuncio del Reino con el llamado al discipulado y la conversión. Para nosotros equivale a la nueva evangelización que ha de ponerse en práctica.

«Convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1,15). Convertirse, ¡A Cristo! Así lo expresó: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37). “Convertirse significa acoger agradecidos el don de la fe y hacerlo operativo por la caridad. Convertirse quiere decir reconocer a Cristo como único señor y rey de nuestros corazones, de los que puede disponer. Convertirse implica descubrir a Cristo en todos los acontecimientos de la historia humana, también de la nuestra personal, a sabiendas de que Él es el origen, el centro y el fin de toda la historia, y que por Él todo ha sido redimido y en Él alcanza su plenitud. Convertirse supone vivir de esperanza, porque Él ha vencido el pecado, al maligno y la muerte, y la Eucaristía es la garantía”

Qué bien nos hace empezar este nuevo año con la idea central de nuestra verdadera conversión, de direccionar en Cristo nuestros pensamientos, palabras, obras y sin omisiones. Es propicio este tiempo para alinear nuestra existencia con la mirada a Dios, el dueño de la vida y de la gracia. Sin Dios nada somos, con Dios todo lo podemos. Cumplir el mandamiento del amor por encima de todo, de nuestros criterios y de lo que propone nuestro mundo actual. De esta manera lo primero que podemos percibir es la paz. Y a propósito de la paz es de cada uno de nosotros, es personal y la paz no está en los escritorios ni en los libros. La paz es un don de Dios.


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