viernes, 17 de enero de 2014

“Cantaré eternamente tus misericordias, Señor”


«Haz caso al pueblo en todo lo que te pidan. No te rechazan a ti, sino a mí; no me quieren por rey.» Michos no queremos a Dios como nuestro Rey, pero si a voluntad optamos por ídolos que esclavizan, en nuestro tiempo uno de los ídolos más fuertes es el Dinero. Y esta idolatría al dinero no es solo de nosotros los laicos, también ha permeado algunos miembros de la jerarquía de la iglesia. Sin embargo Dios soporta y perdona.

El episodio que relata el evangelio de hoy en cuya historia la imprevisible ocurrencia de los cuatro camilleros intrépidos y resueltos de aquel afortunado paralítico, a quienes Jesús alaba y bendice por su fe. A ellos solo les importa la rehabilitación de aquel hombre paralizado e incapaz de moverse por sí mismo, movidos por la ley del amor que siempre funciona, capaz de ponerse de acuerdo y persistir en la acción acordada, su única intensión es llevar al necesitado donde Jesús, es su misión. Seguramente hoy día la gente hubiese permitido la entrada de este necesitado, pero en ese tiempo muchos grupos de personas eran marginados, se les considera sin derechos. Ahora el marginamiento se manifiesta de otras maneras no es que pensar en las consultas en nuestras entidades prestadoras de servicio donde solo se medica acetaminofen.

En cuanto a nuestro Señor Jesús, se manifiesta como nuestro benefactor, nuestro dador de paz. Nuestro liberador de la esclavitud del pecado. «Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc 2,5) que dispensa tan generosa y luego el milagro de la sanación que para nosotros a nuestra vista seria como un cortometraje; milagro, realidad extraordinaria, como garante externos de lo que el Señor hace interiormente en nuestro espíritu y nuestra alma. «A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Levántate de tu miseria ponte en la paz que te otorgo, ve feliz porque tu dignidad de hijo de Dios, te ha sido restablecida.



No hay comentarios:

Publicar un comentario