martes, 14 de enero de 2014

Les enseñaba con autoridad


La página del primer libro de Samuel que hoy nos ofrece la liturgia permite una lectura vocacional. La madre de Samuel era estéril, pero sabe que para Dios no hay imposibles, acude al templo y le pide y se comporta con fe sincera; por tal de Dios le viene la providencia divina, al concederle el hijo pedido. El ser humano no puede nada por sí mismo. Todo es por don divino. La vocación que nace, como la vida misma, es fruto de la intervención misteriosa de Dios.Actitud bien distinta a lo que podemos observar hoy día en tantas madres que procuran, por el contrario, matar a sus hijos, Aquella madre pide a Dios poder dar vida y promete darle formación para entregarle esa vida a Dios. Se complace en poder ser protagonista del querer de Dios como procreadora.

“Hoy, primer martes del tiempo ordinario, san Marcos nos presenta a Jesús enseñando en la sinagoga y, acto seguido, comenta: «Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mc 1,21). Esta observación inicial es impresionante. En efecto, la razón de la admiración de los oyentes, por un lado, no es la doctrina, sino el maestro; no aquello que se explica, sino Aquél que lo explica; y, por otro lado, no ya el predicador visto globalmente, sino remarcado específicamente: Jesús enseñaba «con autoridad», es decir, con poder legítimo e irrecusable. Esta particularidad queda ulteriormente confirmada por medio de una nítida contraposición: «No lo hacía como los escribas».”

Sus oyentes percibieron esa autoridad al expulsar un espíritu perturbador; el Señor quiere rescatar a la humanidad de la reducción, de la esclavitud demoniaca, quiere devolverle la dignidad humana. Que comparación o que pasa hoy día en nuestro mundo en que vivimos, con relación a los espíritus del mal. ¿Será que ya no existen? Será que son inocuos? ¿Por qué no se habla de ellos? ¿Será que la gente se ha vuelto inmune a su acción? Yo diría más bien, que al estar tan alejados del mandato de Dios, del cumplimiento de su divina voluntad, no podemos percibir el mal que nos rodea, vivimos en medio del mal y de la acción del maligno y eso no nos dice nada; tampoco nos dice nada la doctrina de Cristo, lo tomamos a nuestra buena gana. Todo se ha vuelto relativismo, individualismo, dioses sin Dios.


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