sábado, 30 de noviembre de 2013

Dejando la barca y a su padre, le siguieron.


¿Cómo van a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio!» Pero no todos han prestado oído al Evangelio; como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?» Así pues, la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Pero yo pregunto: «¿Es que no lo han oído?» Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje.» nos dice san Palo. Y que nos falta pues, cambio de pensamiento, voluntad, obediencia, conocimiento, docilidad al Espíritu Santo.

El Evangelio de hoy nos dice que el Señor llamo a unos pescadores, además, pecadores, que el Señor fue formando para que fuesen sus apóstoles, base de su Iglesia. De manera que debemos entender plenamente la Iglesia católica no fue invención de esos hombres ni posterior, sino que fue fundada por Cristo. De manera que los Apóstoles no son unos santos cualesquiera, sino que por gracia, son el cimiento de la Iglesia fundada por Cristo, que vive hoy con base en la Escritura y la tradición y la imposición de manos y guiada por el Espíritu Santo.

En el presente día también, la Iglesia conmemora al Apóstol Andrés, quien fue como todo apóstol, un seguidor de Jesús, posteriormente un difusor del evangelio, y que según alguna leyenda fue un mártir de la fe, que amó más su adhesión a Jesús que su propia vida. El Señor fue donde estaba y lo invito a seguirle; esto nos indica que siendo testigos del Señor debemos también ir a invitar a otros a decirles que Dios quiere hacerlos pescadores de hombres. Miremos que el Señor no se quedó en el templo esperando que la gente acudiera, sino que fue a llevar su mensaje evangélico, a invitar a la conversión para que pudieran aceptar el Reino de Dios en sus corazones. Y la invitación es para un servicio diligente, así fue que sus discípulos experimentaron un cambio, no se quedaron con las redes, o sus oficios que antes tenían. Para nosotros en medio de nuestras actividades también podemos ser testigos de Cristo nuestro Señor.


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