miércoles, 13 de noviembre de 2013

“Ponte de pie y vete, tu fe te ha salvado”


Aquellos diez enfermos, marginados, excluidos, considerados indeseables; según la interpretación de la Ley de Moisés, consideraban esta enfermedad como un castigo de Dios por su pecado. Esta interpretación fue motivo como muchos otros para excluir a personas connaturales. Hoy día no es por mala interpretación sino en contra de la Ley, se margina, se excluye, se denigra y se somete para vedar la dignidad de la persona.

Dios sabia de la buena intensión de al menos uno de ellos, siente compasión por estos y por tanto les inspira a que salgan a su encuentro, para que sean sanados de su lepra. Piden compasión y como una manifestación del amor de Dios los sana con una condición explicita, «ld a presentaros a los sacerdotes.» (Según el ritual de la purificación de Lv 14,2),

Aquellos hombres esperan del Maestro «misericordia» acontece un contacto humano entres estos y JESUS, por medio del dialogo; y el Señor hace uso de la mentalidad legalista de los judíos los envía a que se presenten ante el sacerdote; según el relato se encaminan con fe para ver realizado el milagro en ellos, como una última esperanza ya que por la Ley eran desecho, los sacerdotes ni nadie hacia nada por ellos. Por medio del encuentro personal con el Señor y su Palabra sienten que quedan curados; nueve se encaminan en pos de sus opresores y solo uno de ellos regresa donde el artífice de la obra para manifestarle su agradecimiento y por este gesto, solo este se gana la santidad. Ante este acontecimiento el Señor no destaca el agradecimiento sino la fe y es por la fe que podemos reconocer la obra de Dios para poder ser agradecidos con Él.

A nosotros nos puede pasar y ocurre en las personas que, Dios hace obras en nosotros de una forma u otra y por falta de fe no podemos reconocerle su misericordia, menos agradecerle. Podemos pensar que fue obra de cualquier condición menos pensar que ha acontecido un acto divino en favor nuestro; somos ladrones, no damos testimonio, nos robamos la gloria para Dios. De diez uno. Hoy con alguna equivocación, de mil uno. Queda para nosotros: descubrir nuestras «lepras» e ideologías que nos aprisionan, ideas en contra de Dios; darle la mano al que esta caído para que se encamine en pos de Cristo, glorificar a Dios y pedirle con el Salmo: «Proteged al desvalido y al huérfano, haced justicia al humilde y al necesitado, defended al pobre y al indigente, sacándolos de las manos del culpable.» Amen.


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