sábado, 9 de noviembre de 2013

El Altísimo consagra su morada.


La celebración de esta dedicada a la basílica de Letrán construida sobre el monte Celio, que es la Catedral del Papa, obispo de Roma. En ella residieron los sucesores de Pedro durante siglos y en ella tomaban posesión de su cargo. Y el pasaje del Evangelio nos narra la expulsión de los vendedores del templo, “la casa de mi Padre”. Aquellos vendedores tenían como objetivo vender sus pertenencias para obtener recursos, era una actividad económica. No un acto religioso en la casa de Dios, donde deben suceder solo actos religiosos.

Que diferencia puede haber a lo que acontece hoy día con nosotros cuando asistimos al templo, a la casa de oración y de adoración a Dios, donde debemos ir a darnos y a dar para la gloria de Dios. Aquellos no sabían, nuestro Señor Jesús no había explicado lo de la “adoración a Dios en espíritu y en verdad” (Jn.4, 23); hoy ya lo sabemos. De manera que la religión puede ser hueca y vacía, aunque sus apariencias sean espléndidas, si le falta el espíritu y la autenticidad. En este pasaje el Señor nos está criticando nuestra “vida cristiana” puede quedar sin corazón, sin la intención trascendente, y lo podemos convertir en un acto irreligioso para tratar de comprar a Dios, hacer trueque con Dios.

El pasaje de hoy no lo podemos asumir como una historia más, como algo que aconteció y que no nos diga nada a nosotros hoy día, recordemos que la Palabra de Dios es “viva y eficaz” actual en el tiempo, circunstancia y lugar. Quizás por falta de fe muchos no lo entiendan, también lo fue para los opositores del Señor en esa época, no entendieron «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.» su victoria sobre la muerte que es mucho más que la simple construcción de una obra material. Si el sentimiento del acto de asistencia al templo a la casa de Dios, no contiene el verdadero sentido, donde se obtiene la gracia para ser templos. Menos podremos darle la importancia para preparar nuestro templo donde quiere habitar Dios, ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? (1 Co.3, 16)


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