lunes, 25 de noviembre de 2013

Dar lo que se tiene, por amor


Dar todo lo que se tiene, es diferente a dar un poco de lo que se tiene. Unos daban incluso con abundancia, En versículos anteriores, Jesús denunciaba la codicia de los letrados que devoran los bienes de las viudas aparentando agradar a Dios. En el pasaje de hoy solo Dios podía saber la situación del personaje en cuestión. El Señor no nos dice nada de su intención, pero podríamos interpretar que para ella la causa era más importante que su propia seguridad, en tal caso se necesita tener una fe muy profunda para llegar al caso. Muy difícil de encontrar una persona de esta talla en nuestros tiempos. En cambio si los podemos ver en las apuestas del azar, quizás todos sabemos de alguien que ha sido capaz de perderlo todo cuanto tenía, por cuestiones de ambición, con la intención de ganar de tener más, y como resultado del azar lo pierde todo.

En lo material somos demasiado calculadores, egoístas y ambiciosos. Pero resulta que hoy día hay más personas vacías interiormente que necesitados de pan. Cuantas personas al parecer lo tienen todo y son necesitadas padecen hambre que no se puede calmar con lo que se consume ni con lo que se consigue materialmente. Estos mismos sufren y tratan de sosegar su sufrimiento por medio de complacencias de sus sentidos. Y al final piensan que la vida es esa, que la vida es así, que la vida es un tormento y angustia. El alma les clama en su interior que es lo divino lo que puede satisfacerlas, pero el pecado no lo permite y tratan de auto justificarse, incluso dando pero sin amor, sin ofrecimiento sincero, sin intención recta; por tanto no se cumple con los requisitos de la caridad.

Las necesidad de dar a conocer a Cristo, de facilitar para los demás un encuentro personal con el Señor, quien es dueño de todo y que lo colma todo y a todos. Hoy día apremia, es una urgencia. Nos basta con ver los noticieros, para darnos cuenta cómo están los vivientes de este mundo. No es suficiente saber que existe Dios, que Él nos creó. El conocimiento y el amor filial, nos lleva a considerarlo de ese modo. Pero la experiencia nos lleva a reconocernos como sus hijos únicos en este mundo y a sentirlo como nuestro Padre eterno. La experiencia del encuentro con Jesús, en consecuencia, es para dialogar, para llenarnos de su paz, para honrarlo, para quererlo, para glorificarlo en espíritu y en verdad. Nadie lo hará por ti, se trata de una relación personal, nadie puede hacerlo por ti. Si tú no lo haces ¿quién puede hacerlo por ti?




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