miércoles, 20 de noviembre de 2013

Al despertar, Señor, me saciaré de tu semblante.


Nuestro Señor Jesús exhorta a sus discípulos, una vez más a la vigilancia, a la esperanza y a que produzcan fruto con los dones que libre y generosamente les ha confiado. Es también, igual para nosotros hoy. Porque “nadie sabe el día ni la hora”. Si observamos detenidamente la vida y la doctrina de Cristo, encontramos en su persona un gran anhelo, una gran voluntad, una gran satisfacción, como querer de Dios: La salvación de las almas. Y eso mismo quiere que nosotros sintamos, anhelemos y pidamos la gracia para contribuir en la construcción del Reino desde ya en la tierra, construcción que se hace con alamas, no con lo material. En un segundo plano podemos descifrar que Dios quiere para la humanidad una vida digna, fraterna, en hermandad, por amor; y para ello se requiere una debida administración de toda la creación; desde ya como un anticipo de lo que será el Reino de los cielos. Como todo, requiere una decisión y tiene un costo, la entrega - el servicio, la obediencia; el interés lo pone el mismo Dios.

Cultivar y custodiar la creación es una indicación de Dios dada no sólo al inicio de la historia, sino a cada uno de nosotros; es parte de su proyecto; quiere decir hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo para que sea un jardín, un lugar habitable para todos. Benedicto XVI recordó varias veces que esta tarea que nos ha encomendado Dios Creador requiere percibir el ritmo y la lógica de la creación. Nosotros en cambio nos guiamos a menudo por la soberbia de dominar, de poseer, de manipular, de explotar; no la «custodiamos», no la respetamos, no la consideramos como un don gratuito que hay que cuidar. Estamos perdiendo la actitud del estupor, de la contemplación, de la escucha de la creación; y así ya no logramos leer en ella lo que Benedicto XVI llama «el ritmo de la historia de amor de Dios con el hombre». ¿Por qué sucede esto? Porque pensamos y vivimos de manera horizontal, nos hemos alejado de Dios, ya no leemos sus signos.” (¨Papa Francisco)


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