sábado, 1 de febrero de 2014

"¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".


En la Biblia se habla con frecuencia del Dios que domina las aguas del océano, que es capaz de dominarle con autoridad y fuerza. Y los encuentros con el Resucitado van siempre rodeados de misterio, del problema de la identificación, del temor a estar ante un fantasma. El Evangelio de hoy nos ofrece para nuestra reflexión algo más que una descripción de fases que implica la navegación en alta mar. En este caso Nuestro Señor Jesús se muestra con poder para increpar las olas, ordena y estas se calman. El Maestro interviene en pos de su iglesia incipiente. Por eso los grandes teólogos a lo largo de la historia retratan la iglesia en esta escena, cuando pareciera que va a sucumbir, aparece la voz y la autoridad de Dios para devolverle la esperanza de manera imprevista que muchas veces ha tenido que expresar “¿Quién es éste?”. Para escuchar la voz del Señor que dice; «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?»

La invitación que nos trae el texto del Evangelio es la de superar todo temor y toda falta de fe. Jesús está vivo, ya ha resucitado y ejerce su Señorío y permanece con su iglesia hasta el fin. Nosotros discurrimos en la idea que solo nuestras capacidades son suficientes para resistir el oleaje del mal. Dios da la garantía que por su inmenso amor no abandona nunca al creyente.

… La más pequeña tempestad podría hundirme,
Sumergiendo mi barca en el torbellino de las olas,
Si no vigilaras sobre mi Tu Mismo, oh Dios,
En cada momento de mi vida, en cada instante.

Todo alrededor es horror y espanto,
Pero mi paz es más profunda que las profundidades del mar
Porque quien está Contigo, Señor, no perecerá
Me lo asegura Tu amor divino. … (Santa Faustina Kowalska)


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