lunes, 17 de febrero de 2014

"Al ponerse a prueba vuestra fe, os dará constancia, y seréis perfectos e íntegros"


El signo que Dios da al hombre es Jesucristo es quien vino a revelarnos a la Santísima Trinidad, no hay mejor señal; y está anunciado desde el Génesis hasta el último libro de la sagrada Escritura, no puede ser otro de una manera particular y fácil. Nosotros quisiéramos que con el solo hecho de pertenecer a una denominación cristiana se tuviera ya resuelto el problema de la salvación. La vida eterna la da Dios mediante nuestra aceptación, mediante nuestro comportamiento concordante con la divina voluntad de Dios. El Reino de Dios en nuestro interior.

Las dudas, los interrogantes, su endiosamiento, de los fariseos nos sirvió a nosotros para comprender mejor, si miramos bien nos ahorraron muchas preguntas. Esta vez piden una señal para creer. ¿No era suficiente todo lo que habían visto? Igual que nosotros después de tanto y por falta de conocimiento por estar engreídos en el materialismo y falta de obediencia y de entrega continuamos preguntándonos cosas que el Señor ha mostrado hasta la saciedad. Pedimos señales, con el agravante de que aunque de señales no se va a creer. De tal manera que el Señor se va para la otra orilla. Para evitar la ausencia del Señor, debemos aferrarnos a una fe simple, sencilla y viva, creamos en El, que tiene palabras de vida eterna, descubramos los milagros de la cotidianidad, de la presencia de Jesús. “¡Dichosos los que creen sin haber visto!” «¿Por qué esta generación pide una señal?» (Mc 8,12). Juan Pablo II, comentando este episodio de la vida de Jesucristo, dice: «Jesús invita al discernimiento respecto a las palabras y las obras que testifican (son “señal de”) la llegada del reino del Padre»


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