martes, 25 de febrero de 2014

Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará


«El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.» para ilustrar el ejemplo, el Señor toma un niño, uno de los que era marginado, que no contaba para nada en la época, lo acoge con ternura, manifestando amor y los mejores deseos para que ese niño llegase a ser un buen hijo de Dios y un alama para el Reino de los cielos. Según las promesas de nuestro Señor Jesús es muy fácil acoger a Dios, ¿tú qué opinas? Resumido en dos palabras, servicio a los demás. Servicio sin interés, de buena intención, pero con valentía para defender las cosas de Dios, la justicia, la paz. Es necesaria la organización con jerarquía, con autoridad pero con la regla de oro: el servicio.

Pero como diferenciamos el servicio a la manera de Dios, cuando se hace con rectitud de conciencia, por amor, cuando se tiene verdadera intención por la salvación de las almas; lejos de protagonismos, fama, poder o interés económico, o para sacar beneficio personal. Quitando de nosotros los celos que imprecan muchos de los considerados evangelizados. La soberbia es el mal para el alma más difícil de erradicar, nos gusta que nos alaben, nos resentimos cuando no se nos nombra y exalta.

La aptitud del cristiano ante las dificultades y enemigos del alma, que salen imponerse, es proceder con la humildad; con la similar actitud que llevó al Hijo del Padre a remontar la cruz. La humildad es la virtud que se antepone a la soberbia, es la que se aprende mediante la renuncia y el discernimiento y el agradecimiento diarios. Para ser buenos cristianos debemos ser humildes, (no tontos) si falta este requisito entonces parecerá que la cruz de Cristo es locura, contradicción, perdida, un sin razón, fracaso o una mentira.

“¿Lo menosprecias por el hecho de que encendió una lámpara, su propia carne, y que barrió su casa, purificando el mundo del pecado, para buscar la moneda de plata perdida, perdiendo la belleza de su efigie real por su Pasión? (Lc 15,8s; Mc 12,16)… ¿Acaso lo consideras inferior porque se ciñe un delantal para lavar los pies de sus discípulos, mostrándoles que el medio más seguro para ascender, es descender? (Jn 13,4s) ¿Te quejas a Dios porque Cristo desciende, inclinando su alma hacia la tierra, con el fin de levantar con Él a los que caen bajo el peso del pecado? (Mt 11,28) ¿Le reprochas por haber comido con publicanos y pecadores para su salvación? (Mt 9,10) ¿Cómo acusar a un médico que estudia los sufrimientos y las heridas de los enfermos para aportarles la curación?” San Gregorio Nacianceno


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