miércoles, 5 de febrero de 2014

“Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado”


El problema de la “familiaridad” con el evangelio y la Buena Nueva, para nosotros los católicos, es que creemos saberlo mejor que los demás y por tanto ya no nos dice nada nuevo. Nuestra ceguera espiritual nos impide ver la esencia, la trascendencia, nos cerramos y decimos, “¿Me va a enseñar usted a mí?, a mí, que soy un cristiano curtido... siempre voy a la iglesia... ya me sé todo”. Asimismo el Evangelio que trasmitamos no va decir nada a los demás y por tanto impedimos la acción del Espíritu Santo. Se cumple la parábola del sembrador y muchas veces sin alcanzar ningún tipo de porcentaje.

Nosotros hoy, si confiamos en el Señor? Al leer el pasaje, notamos que sus coterráneos dudan, de lo que estaba haciendo Jesús, no encontraban respuesta a su falta de fe. Hasta hacia pocos meses lo habían visto como una persona muy querida dentro de un hogar religioso, pero normal; y de un momento a otro se manifiesta haciendo milagros y hablando con autoridad. Para estos, en cierta medida sería justificable, pero para nosotros a mas de dos mil años, como es posible que no tengamos fe.

Un detalle más, veamos lo facilito que es para nosotros impedir que Dios no pueda obrar ante nuestras dificultades y necesidades, el solo hecho de dudar basta para que Dios no pueda hacernos favores. Esto lo vemos en muchos pasajes de la Sagrada Escritura, empezando desde el Génesis 3, «¿Es cierto que Dios les ha dicho: No coman de ninguno de los árboles del jardín?» … «No es cierto que morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán como dioses” El diablo sembró la duda, aparece la desconfianza y Dios tiene que retirar su protección. El diablo no pide permiso y se vale del engaño, la astucia, la distracción, la mentira. 

La falta de fe para nosotros los humanos es fatal.


No hay comentarios:

Publicar un comentario