miércoles, 11 de septiembre de 2013

El Señor es bueno con todos.


Nuestro Señor Jesús, declara dichoso o bienaventurado a las personas que obran, que se comportan, que con sus actos desarrollan tales situaciones permanentemente y que implica sufrimiento y riesgo con humildad, como son: (1) pobres en el espíritu, (2) sufridos o no violentos, (3) los que lloran, (4) hambrientos y sedientos de justicia, (5) misericordiosos o los que prestan ayuda, (6) limpios de corazón, (7) trabajadores o constructores de la paz y, (8) perseguidos por causa de la justicia. Y para todos ellos el Señor promete un final a su sufrimiento y dolor, compensado con gozo; superior y permanente.

Los que acá pueden ser vistos como menos, como estorbo, como marginados; con Jesús encuentran una paga con medida rebosante, con Jesús encuentran la felicidad que el mundo les niega. El hombre ha sido creado para vivir en felicidad pero los enemigos del alma se la impiden, por eso el hombre en todos los tiempos busca la verdad y la felicidad y trata de encontrarla en todas partes y por lo general no en el lugar apropiado, ni en la situación apropiada. Opta por lo que le ofrece los enemigos del alma. De manera pues que, la felicidad verdadera empieza con ir contra corriente, el facilismo no es el mejor consejero. Es pues, en primer lugar la toma decidida por Cristo, no vale el comportamiento de estas ocho situaciones apartados de Dios, estas son del ámbito religioso. El Señor hace la promesa a quienes toman posición de vida por él y por el Reino, a los que optan por ser sus discípulos.

También, el Señor añade lamentaciones para aquellos que no aceptan el mensaje de salvación, sino que se encierran en una vida autosuficiente y egoísta. “Hoy pongo ante ti la vida y el bien, o la muerte y el mal” (Dt. 30,15), el camino de la vida y el camino de la muerte. No hay una tercera posibilidad neutra: quién no va hacia la vida se encamina hacia la muerte; quién no se deja guiar por la luz, permanece en la oscuridad y se encamina a las tinieblas y precisamente este es el camino que nos proponen los enemigos del alma: satanás, el mundo y la carne concupiscente.


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