sábado, 28 de septiembre de 2013

“Yo vengo a habitar dentro de ti”


Meditemos bien. Cada que la humanidad ha llegado a tal punto de degradación por el pecado, Dios ha intervenido con poder y autoridad, nos lo cuenta la historia. Pero el misterio de la venida del mismo Dios hecho hombre para el rescate del hombre, está llena de misterios difíciles de entender, aun hoy, para nosotros. Está lleno de contrastes, entre éxitos y futuro aparentemente sombrío. Nosotros no somos capases de entender la tragedia que causo la desobediencia de nuestros primeros padres. Tampoco entendemos el precio que le costó a Dios nuestro rescate. Como no entendemos bien, tampoco merece nuestro agradecimiento y por tanto seguimos haciendo lo que nos da la gana, haciendo mal uso de nuestra libertad donada, la hemos convertido en libertinaje, sin importarnos nosotros mismos a pesar de tener unas normas para cumplir a fin de evitar nuestro fracaso en el mal uso del individualismo salvaje.

A nosotros hoy, poco nos dice estas palabras del Señor: “yo soy – el camino, la verdad y la vida” (Jn.14, 6). “Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios” (Lc.9, 62) (…). Cuanto nos cuesta la coherencia en lo que rezamos: “Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre Señor” manera de adoración y de acción de agradecimiento a Dios. “Como en la Liturgia celestial (cf Ap 1, 6; 4, 11; 5, 13). El príncipe de este mundo se había atribuido con mentira estos tres títulos de realeza, poder y gloria (cf Lc 4, 5-6). Cristo, el Señor, los restituye a su Padre y nuestro Padre, hasta que le entregue el Reino, cuando sea consumado definitivamente el Misterio de la salvación y Dios sea todo en todos" (cf 1 Co 15, 24-28). (Catecismo 2855). Quizás exceda la capacidad humana para entender los misterios de Dios, solo el mismo Dios, en la persona del Espíritu Santo nos puede ilustrar.

La incomprensión de los discípulos de Jesús, resulta razonable ya que aún no se había llegado al misterio cruento de la Cruz, aún faltaba la resurrección gloriosa – el poder y autoridad de Dios sobre la muerte - y solo después, se les concede la gracia del Espíritu Santo. Como nos lo dice el Señor: "metéoslo bien en la cabeza". Para nosotros ya es comprensible, pero falta entrega y docilidad; más escolaridad al respecto, más interés en lo que verdaderamente tiene sentido para nuestras vidas.


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