sábado, 7 de septiembre de 2013

Dios os ha reconciliado para haceros santos, sin mancha.


“Antes estabais también vosotros alejados de Dios y erais enemigos suyos por la mentalidad que engendraban vuestras malas acciones
” quizás antes había en nuestros actos el interés personal, que nos hacía enemigos de Dios. Quizás antes no agradábamos a Dios sirviendo a los demás. Quizás antes no servíamos para servir. Qué difícil es perder un poco para darle la mano a otro, pensando que en es ese no está Dios y que Dios no paga.

No es suficiente vivir bajo a la mera observancia de la Ley, es indispensable vivir la ley desde el Evangelio que da la razón a la ley. Alguna vez dio el Señor: "Ustedes pagan el diezmo hasta sobre la menta, el anís y el comino, pero no cumplen la Ley en lo que realmente tiene peso: la justicia, la misericordia y la fe. Ahí está lo que ustedes debían poner por obra, sin descartar lo otro. “¡Guías ciegos! Ustedes cuelan un mosquito, pero se tragan un camello” (Mt.23, 23-24)

Se mira para sí mismo lo secundario y se rechaza lo esencial. El sábado era el día más importante para el pueblo judío, día de descanso y consagrado a Dios; no movían un dedo en favor de los demás, sin embargo no dejaban al sol y sin agua a su ganado. El servicio por la dignidad de la persona humana siempre ha costado caro, siempre habrá disculpas para no servir. “El Hijo del hombre es señor del sábado” Para nosotros hoy el día domingo es para glorificar a Dios. Y todo lo demás viene detrás y está al servicio del hombre.

Hoy los domingos más bien es, por muchos, para cansarse y para alejarse más de Dios. Mírate a ti y mira a tu alrededor y encontraras este cuadro. Bueno también, muchos asistimos a la santa misa, pero nos quedamos cortos en la centralidad y en el sentido que le damos a este acto. Es pues, necesario rectificar y vivir con mejor intensión, con mejor rectitud, con más agradecimiento, con más reconocimiento, con más diligencia, con una mejor amistad con Dios y con nuestros semejantes, antes que el tiempo y que nuestros intereses. Estamos llamados a vencer esa resistencia que ponemos cuando el Señor nos dice: “Me gusta la misericordia más que las ofrendas” (Mt. 9, 13). Dios quiere de nosotros, fe, obediencia, justicia y caridad.


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