jueves, 22 de mayo de 2014

Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.


La asamblea de Jerusalén llega hoy a la hora del diálogo y del discernimiento. En el desarrollo del concilio, hay tres oradores que han pedido la palabra: Primero interviene Pedro y habla apoyado en la Palabra de Dios, expone la tesis central: … “Dios, que penetra los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe.” Por eso creemos los no judíos, nosotros, que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, como él mismo nos lo ha dicho: («Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.”(Jn. 13,6)

A continuación, intervienen Bernabé y Pablo y exponen los acontecimientos en los pueblos donde hay ido a llevar la buena nueva, como testimonio de los muchos que habían acogido el llamado al “camino”. Y luego interviene Santiago, exponiendo como conclusión lo anunciado por los profetas y sugiere unas resoluciones de compromiso para apaciguar a todos: “No hay que molestar a los gentiles que se convierten. Basta escribirles que no se contaminen con la idolatría ni con la fornicación."

En el Evangelio de hoy nuestro Señor Jesús reitera con insistencia el poder del amor. “Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud.“ Con el hecho de amar a Dios él mismo nos da la gracia para amarlo verdaderamente y para amar a nuestros semejantes, y a todos nos colma de una alegría sin fin. Es una promesa de Dios para todos sin distinción; es el mismo amor que el Padre tiene por el Hijo, el Hijo lo tiene por sus discípulos de todos los tiempos. Ese amor renace de una opción radical por el proyecto de Dios que es vida digna y abundante para todos. Tres frases condensan la novedad del amor cristiano: dar su vida, guardar los mandamientos, prioridad del amor divino. Jesús indicó el orden que permitirá que nazca ese amor. Pide ante todo que compartamos su pensamiento, el sentido de sus palabras, guarden mis mandamientos. De este modo podremos ser sus amigos, conocerlo como una persona que nos ama y cuyo Espíritu compartimos, para ser capacitados y producir el fruto auténtico que brota del único árbol, Cristo.


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