“Si alguno escucha mis palabras y no las guarda” Si no las tiene presente en todos los actos de la vida, entonces ocurrirá que “la misma palabra que yo he hablado lo condenará el último día” porque es Palabra de Dios. A nosotros se nos ha dado dos alternativas, ¿por cual de los dos caminos estamos transitando?; el que es difícil acá en la Iglesia militante, pero digno o preferimos lo que se nos venga en gana para sentirnos bien y después nos tendremos que poner cara a cara con una realidad a la cual nadie escapa. (Jn.3,19. 8,12). Confrontados con la Palabra y que en todo es la voluntad del Padre, nos daremos cuenta de lo responsables que fuimos con nuestra alma, nuestro cuerpo, nuestra cultura donde vivimos y del entorno de su creación.
Nuestro Señor Jesús, a ejemplo de vida, como en efecto lo demostró, hizo solo y en todo la voluntad del Padre, para enseñarnos, pero somos testarudos. “yo no he hablado por mi propia cuenta, sino que el Padre, al enviarme, me ha mandado lo que debo decir y cómo lo debo decir" Y nos lo aclara en (cf. Jn.5,19. 6,57. 7,17)
“Yo sé que su mandato es vida eterna, y yo entrego mi mensaje tal como me lo mandó el Padre” nos lo dice y quiere de una manera solicita, a manera casi mendigante, para que le creamos, para que no sigamos engañados por la astucia del maligno; nos quiere decir que debemos vivir en obediencia para recibir amor y dar amor. Para adoctrinarnos en la pureza, empezando por la intención recta, la pureza de corazón, cultura de corrección y vida sacramental, dejándonos formar para (SER) y hacer la difícil pero entrañable misión para que los demás miren la luz de Cristo, lograr la justicia y la dignidad humana; y después poder llegar a disfrutar de la amistad eterna con Dios.(cf. Dt. 31, 26. Jn.6, 40. 17,2)
San Juan de la Cruz: «[El Padre] todo nos lo habló junto y de una vez por esta sola Palabra (...). Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo sería una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, evitando querer otra alguna cosa o novedad».
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