lunes, 30 de abril de 2012

Envíame Señor, tu luz y tu verdad


si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesús, ¿quién soy yo para oponerme a Dios?” quienes somos nosotros para despreciar, destruir a otros, quizá con apariencia no agradable pero pueda ser con mas humildad que nosotros; en las cosas de Dios, se trata, mas allá del saber del tener o del mucho hablar; lo que cuenta es la entrega, la intención y la fidelidad al Señor.

Nosotros en nuestra cultura no consideramos impura la creación de Dios, pero tampoco la cuidamos, administramos ni la valoramos (Gn. 2, 15). Todo lo que Dios creo fue bueno, pero el hombre lo ha desacreditado con su comportamiento, sus creencias y sus afanes. Hasta tal punto en que arremete con mucha astucia contra su misma especie, causando desigualdad, iniquidad y muerte. Por una cultura inculcada y manipulada, lejos del querer de Dios, donde pudiera haber fraternidad y equilibrio.

Desde luego muchos querrán entrar en el corral donde se halla el bienestar que ofrece Dios, pero sin tener que pasar por la “puerta”, tratando de saltar por encima de la cerca, como ladrones, procurando de servir a dos señores. Esa puerta conformada por Cristo y custodiada por el Espíritu Santo, “puerta” que comunica la humanidad con la vida plena; gran misterio del amor inefable de Dios. Empieza en la conversión, siguiendo por el confesionario, llegando a la Eucaristía, actuando, permaneciendo y perseverando por amor en el amor.

Otros también, querrán continuar indiferentes con su corazón aunque destruido por su desgracia, no querrán ir, ni siquiera por curiosidad, al corral donde se reúnen los hijos de Dios; donde se acude para llenarnos de amor, a donde el Señor «A sus ovejas las llama por su nombre» Es difícil acudir porque esta manifestación o propuesta de nuestro Señor Jesús es diferente a la que promueven muchos dirigentes del orden religioso,social,político y económico en el mundo; que por el contrario, promueven sutilmente la desunión y la desigualdad; son éstos los “ladrones y salteadores” que entran por otro lado al rebaño para “robar, dispersar, destrozar y matar”.


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