sábado, 21 de abril de 2012

El Señor cuida de aquellos que lo temen


En el pasaje de ayer veíamos como Nuestro Señor Jesús, huyo de la tentación ante la falsa comprensión, antes se lo había propuesto el maligno y ahora se vale de la multitud con la misma propuesta; querían proclamarlo rey y quizá con la complicidad de los mismos discípulos, era su deseo que hubiese alguien capaz de liberarlos de los romanos. Y el Señor vino a liberarnos de algo peor, de la esclavitud del pecado, que causa la muerte eterna; a devolvernos la vida, a transbordarnos a un destino feliz.

No sabemos con que palabras el Señor Jesús les obligó a que partieran sin él y para colmo de los pensamientos de sus discípulos, lo ven caminando sobre las aguas y que había atravesado el mar por sus propios medios. Cualquiera puede pensar que este si es el que tiene que ser su rey. Además la gente que lo seguía fue a buscarlo porque no quieren dimitir de sus aspiraciones, pero el Señor los despidió dejándolos en ascuas.

Confundidos por sus pensamientos y deseos no logran darse cuenta de estas manifestaciones mediante las que Dios resaltaba el poder del espíritu sobre la materia, aun más, descubría el esplendor que irradia de la persona del Hijo, a pesar de su condición mortal. Al caminar sobre las aguas demuestra su señorío sobre las cosas creadas. También es prefiguración de su poder sobre el maligno, sobre el mar embravecido por el oleaje y la oscuridad de la noche. Nos asustamos no vemos caminar al Señor sobre el agua sobre el mal a lo cual nos dice acá estoy «Soy Yo, no tengan miedo.» nos llenamos de duda manifestada por carencia de libertad y de fe en Dios. Y mas tarde nos dice: «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). Repetía Juan Pablo II, «No tengáis miedo» Es una evocación a abrir el corazón al Redentor, a reflejarlo en nuestra propia existencia para que con Él seamos valientes ante los embates de los enemigos de Cristo.


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