martes, 10 de abril de 2012

Pónganse a salvo de este mundo corrompido



Después de la decepción viene el gozo, el Señor Resucitado se aparece para convencerlos de un hecho, para hacerles entender y a aceptar el misterio en el que Jesús ha entrado y en el que ellos deberán encontrarlo. 
Al tomar otra apariencia diferente a la vista el viernes a consecuencia de su martirio, su cuerpo ha sido restablecido; se hace el encontradizo como con los discípulos de Emaús y lo reconocen al partir el Pan. María lo reconoce cuando pronuncia su nombre; se manifiesta de una manera diferente al Maestro humano que habían conocido, para llevarlos al misterio por la fe, para llegar a tenerlo cada quien donde quiera que estén. Le buscan con un propósito diferente al que les había dicho, la creencia imperfecta aunque difunto se espera ver sus heridas, olvidando lo que pasaría al tercer día. (“¡Déjame!”); se suprime el contacto físico, espacial y temporal, y se da inicio a un vínculo de mayor intimidad. Se imaginan muerto al que ya había triunfado y Reinaba.

¿Cómo podían ellos asumir esa verdad que contradecía totalmente sus actitudes y juicios? Solamente la gracia y la fe, podía cambiar su pensamiento para poder entender lo que les había dicho anticipadamente.
« Subo al Padre mío y Padre vuestro» todo amor; y si lo queremos tocar debemos hallarlo a la derecha de Dios Padre, y si le decimos ¡Maestro!, vendrá a nuestra alma para abrazarlo y para ir a decirle a nuestros hermanos que verdaderamente el Señor ha resucitado y le hemos visto.

Los acontecimientos a partir de ese día domingo de Gloria, nos muestra el Señor su común y solidaria permanencia para que revisemos detenidamente su presencia, la vivencia y el compromiso por el Reino. Que apenas seria una manifestación de agradecimiento a quien tanto se esfuerza y sacrifica por nuestra salvación.
Al apóstol Pedro le dice la multitud, que herida en su corazón preguntan: “¿Qué tenemos que hacer, hermanos?”
A lo cual nos viene la mejor respuesta: haced lo que no hicisteis antes cuando el Señor les hablaba y en vez de escucharle le crucificasteis, arrepentíos, convertíos, creed en Jesús, bautizaos, incorporaos a su vida y tendréis la salvación, que vale para ustedes, sus hijos y todo el quiera acogerse al Señor, aunque este alejado por los peores pecados; “Pónganse a salvo de este mundo corrompido”.



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