lunes, 9 de abril de 2012

Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.

Semana de Pascua:
La Iglesia se alegra con el misterio de la Resurrección de Jesús, el Cristo. Esta semana es como un solo día prolongado para celebrar con alegría este misterio que da sentido a nuestra existencia; es una bella manera de expresar que Jesús sigue actuando. Felices pascuas, que la resurrección del Señor nos afiance en la seguridad de la nuestra. Como fue la de Cristo, así será la nuestra. «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.(Jn.14, 6) Y que al final con El, encontremos toda la alegría de la Resurrección.

– Después de revivir con mucho recogimiento los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesús, meditemos un poco sobre lo que representa e implica para la persona de Jesús, y también para nosotros:

La pasión que vive el Señor es por el inmenso amor con que nos ama a todos. El amor prevalece sobre Cristo y en Cristo el Señor. El amor es para Cristo clavo, flagelo, corona de espinas. Pasión perenne. La Pasión que sufrió de parte de los hombres fue del momento. El dolor que siente nuestro Señor Jesús, es más fuerte y perpetuo al ver nuestro extravío desobediente; del Señor Jesús es tanto su amor como la reparación dolorosa e intercesora por nosotros ante el Padre, es un eterno presente, porque nos reconoce y ama como sus hijos…
Oh Jesús, se te hacen presentes todas las rebeliones de las almas, te ves por casi todas rechazado aquel, “Hágase tu Voluntad” lo que debía ser la vida de cada alma y éstas, en vez de encontrar la vida, voluntariamente optan por la muerte. Y Tú, con tu perenne pasión quieres dar la vida a todas y hacer una solemne reparación al Padre por la ingratitud de tus hijos. Y nos dices oren para que no caigan en tentación; miren cuánto he sufrido y cuánto les he amado, para que aprendan a amarme y a sufrir el dolor que redime, sólo por amor.

La muerte del Señor: Único sacrificio capaz de vencer la muerte por el pecado.
“Estarás conmigo en el paraíso” Esta afirmación nos tranquiliza sobre cuál será nuestra suerte al morir, a pesar de que no podamos saber qué será de nosotros antes de la resurrección. Según nuestra intención y proceder, aunque haya que hacer escala en el lugar de donde se saldrá mas tarde, no dejaremos de existir, sino que ya lo tendremos todo estando con Jesús que vino a compartir la muerte y el descanso de sus hermanos.
Muchos hoy día tampoco entendemos los misterios de la eternidad; y el Señor nos dice: «¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?» (Lc.24, 25-26)
Como bien nos aconseja san Josemaría: “No es tarde, ni todo está perdido... Aunque te lo parezca. Aunque lo repitan mil voces agoreras. Aunque te asedien miradas burlonas e incrédulas... Has llegado en un buen momento para cargar con la Cruz: la Redención se está haciendo –¡ahora!–, y Jesús necesita muchos cirineos.”(San Josema ría)

La resurrección de Jesús crea una nueva humanidad. Recompone la amistad entre Dios y los hombres, y abre para éstos la fuente de la vida divina. Puede asomarse en muchos la idea de un “revivir” – de una reencarnación - de una inmortalidad del alama – o un recuerdo vivas de la persona de Cristo. O una iniciativa astuta.
El revivir, es lo que aconteció con Lázaro- para volver a morir. La reencarnación seria en un cuerpo distinto y el cuerpo de Cristo es el mismo. La sola inmortalidad del alma seria una resurrección a medias - es la entrada a la vida sin fin del Cuerpo del Alma y la Divinidad de Cristo - La tumba estaba vacía. O un recuerdo imprescindible; pero fue el encuentro con Jesús resucitado lo que suscitó en sus discípulos la fe en la resurrección, no al revés. Tampoco fue una inventiva, por estos acontecimientos los discípulos estaban tristes, miedosos, incrédulos, escépticos - Sólo un gran acontecimiento pudo cambiarlos, para reanimarles el entusiasmo por Jesús, como sus testigos.
639 del Catecismo: “El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento. Ya san Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce: "(1 Co 15, 3-4). El apóstol habla aquí de su experiencia viva de la Resurrección que recibió después de su conversión a las puertas de Damasco (cf. Hch 9, 3-18)”.

Señor, que nada ni nadie nos separe de ti, que con fe y con la razón carguemos nuestra propia cruz con la ayuda tuya, para que se haga mas llevadera. A ti que eres el único camino, luz y vida, te pedimos señor, también, en nombre de todos, por todos los integrantes de la iglesia purgante y nos unimos a los tantos que ya gozan de la Vida Eterna en el cielo, en un solo himno con ellos para dar gracias a Dios por todo lo que ha hecho y hace por nosotros y para cantarte con alegría “Gloria”. Amen.

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Y gracias a la buena noticia del ángel
que clamaba desde lo alto de la peña (Mt 28,2),
déjame oír el sonido
de la trompeta final que anuncia la resurrección.


De la tumba nueva y virgen
resucitas con tu cuerpo nacido de la Virgen;
te hiciste para nosotros primicia
y primogénito de entre los muertos.


Y yo al que el Enemigo ató
con dolor del pecado corporal,
dígnate librarme de nuevo,
como lo hiciste por las almas en prisión de los muertos (1P 3,19).

(San Nersès Snorhali (1102-1173)

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