lunes, 7 de mayo de 2012

Ha resucitado Jesús, el Buen Pastor

El Espíritu Santo quien es la tercera Persona de la Santísima Trinidad, no es la profundidad de un contenido, sino que es una persona; es quien inspira en los creyentes la confianza, la oración e ilumina nuestra alma, nos dota con sus dones y nos instruye en los frutos. De tal manera que además de nuestro intercesor, nuestro Redentor que ora al Padre por nosotros; Contamos de manera muy cercana con “el Intérprete” que el Padre nos envió en nombre de nuestro Señor Jesús.

Ayer escuchábamos al Señor que nos amonestaba en la producción de frutos o perfecciones que funde en nosotros el Espíritu Santo, es la manera como El nos va educando para la vida eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: ‘caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad. “Estas son cosas que no condena ninguna Ley. Los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus impulsos y deseos. Si ahora vivimos según el espíritu, dejémonos guiar por el Espíritu; depongamos toda vanagloria, dejemos de querer ser más que los demás y de ser celosos” (Gl.5, 23-26)

Nos fortalecen en las virtudes que son hábitos firmes de hacer el bien; definidas como cardinales: paciencia, justicia, fortaleza y templanza: y como teologales: fe, esperanza y caridad. Son los hilos por donde fluye la acción del Espíritu santo y que nos sirve como termómetro, para ver el progreso de una autentica conversión y en la erradicación de todo lo contrario, a lo que no da fruto.

El Espíritu nos adoctrinará para lograr la fidelidad al amor incondicional y permanente de Jesús, manera de expresar el vínculo estrecho entre el ser humano y Dios, cuando libremente lo asumimos como modelo de vida la experiencia de la fe. Para este logro debemos adquirir muy conscientemente la docilidad a Dios Espíritu Santo, que se vale de muchas maneras para que nosotros nos abramos voluntariamente a escucharle y dejarnos formar. Luego vendrán sus dones que los regala a quien quiere, o mejor a quien los merece, puesto que Dios conoce nuestras intenciones, capacidades y en concordancia a los planes que tiene para cada uno de nosotros. Estos son: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

Es conveniente profundizar en cada uno de estas premisas, para que mi fe sea la fe de la Iglesia, explicados en la mayor obra teológica lograda en virtud de la rectitud, el “Catecismo” http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a7_sp.html


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