martes, 22 de mayo de 2012

Bendito sea el Señor, día tras día


“oración sacerdotal”. Donde Jesús glorifica a Dios e implora por los suyos y para que su sacrificio alcance la magnitud del querer de Dios para ser glorificado con su resurrección. Quiere santificar a los suyos; y que trascienda al pueblo que desempeñará la misión sacerdotal en el mundo, el pueblo a quien Dios se da a conocer, y que cumple una misión única en el mundo. “Guárdalos en tu Nombre”, es decir, guárdalos en la irradiación de tu propio amor santo, en el que abrazas a tu Hijo. Y recibimos la promesa que el mundo creerá cundo le permitamos ser, no solamente uno, sino uno en Dios. Oración y meditación profunda sobre la obra de Jesús y sus implicaciones y la unión de los hombres con Dios.

Un motivo más de la venida de nuestro Señor Jesús a la tierra, para que la santísima trinidad sea conocida objetivamente por la humanidad. Jesús quiere que cada uno de los suyos conozca a Dios, lo que implica interiorización de la palabra de Dios, oración perseverante, celebraciones comunitarias. Para eso tendremos la ayuda del Espíritu Santo, del que proceden todos los dones y que son los que dan gloria a Dios por parte de los hombres. De los dones ejercitados por los hijos de Dios brotan las obras por amor y el amor; éste es el espejo de la vida eterna, donde veremos a Dios tal como es.

El Señor Jesús nos dice que debemos orar para no caer en tentación, para recibir de Dios la gracia que necesitamos y el mismo se hace ejemplo de oración, sin su ejemplo tendríamos excusas valederas para permanecer en nuestra pereza espiritual. Es por medio de la oración y “Recordad que ante Dios y Su revelación no se trata tanto de comprender con nuestra razón limitada, sino más bien de amar” (Beato J.P.II)


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