miércoles, 21 de marzo de 2012

Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor


Aunque hubiera una madre que se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti”. Mi Padre sigue trabajando. Podemos interpretar que Dios continuamente trabaja en la creación y en el sostén de su obra, no se puede pensar que Dios trabajo siete días lo creo todo y puso un piloto automático para que el mundo siguiera su curso. En crear, salvar y santificar se comprende la manifestación del amor de Dios. Los hombres debemos descansar, hacer un alto en el día domingo para hacer homenaje a Dios, para glorificarlo; Él no descansa y no han cesado sus atenciones para con las personas. El Señor Jesús es censurado y aprovecha estas críticas para manifestar su condición de Hijo de Dios y, por tanto, Señor del sábado – domingo para nosotros.

Jesús es igual al Padre; a pesar de ser el Hijo, no es un rival y tampoco hay dos dioses, porque él, que lo ha recibido todo, le devuelve todo lo que es. (cf. Fil 2,6). Jesús afirma que no vino para reformar la religión sino para acabar la obra de su Padre en el mundo, para que todos tengamos vida y resucitar es mucho más que “volver a la vida”. Jesús había hecho referencias al Padre, pero siempre marcando una distinción: la Paternidad de Dios es diferente si se trata de Cristo o de los hombres. La filiación que reclama para Él mismo es una filiación natural. Jesús afirma que su naturaleza y la del Padre son iguales, aun siendo personas distintas. Manifiesta de esta manera su divinidad.

El testimonio. Al darse a conocer a los discípulos de Jesús, Dios se propone ante todo conseguir y desarrollar con ellos una comunicación mutua. Y la base de esas relaciones son la fe y la confianza mutua. El hombre exige razones, la fe pide testimonios, y por eso la evangelización se hace con testimonios, y así también se construye la vida cristiana. Quien sistemáticamente pone en duda todo testimonio no está dispuesto para la vocación cristiana, y es lo que Jesús trata de hacer entender a sus oyentes.

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