miércoles, 14 de marzo de 2012

Haz, Señor, que siga con firmeza tu palabra


Nuestro Señor Jesús en cumplimiento del deseo de Dios de acercarse al hombre nos dice: «No he venido a suprimir la Ley sino a darle plenitud.» Jesús vino para inaugurar la reconciliación definitiva de la humanidad con Dios. Dios disponer armoniosamente todas las cosas... Antes, el dedo de Dios había grabado sus leyes sobre tablas de piedra (cf Ex 24,12; Hch 2,1s); ahora la ha escrito en los corazones de los hombres (2Cor 3,3). Antes, la Ley inspiraba miedo; ahora, nos fue dada interiormente para hacernos libres y llenarnos de paz. La plenitud de la Ley es el amor (Rm 13, 10). Este amor ha sido «derramado en vuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.» (Rm 5,5) “Dios desea acercarse al hombre, Dios quiere dirigirle sus palabras, mostrarle su rostro porque busca la intimidad con él (Juan Pablo II).

Jesús advierte contra la tentación de lo fácil. Muchos pensamos que la religión es fácil porque Jesús ya lo hizo todo por nosotros. Pero nuestro Señor Jesús precisa: “el que ignore el último de esos mandamientos y enseñe a los demás a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos”. Faltarle al respeto, a la obediencia o menospreciar las indicaciones de Dios, por insignificantes que sean, comporta un conocimiento raquítico de Dios y, por eso, uno será tenido por pequeño en el Reino del Cielo. «Dios es visto por los que pueden verle; sólo necesitan tener abiertos los ojos del espíritu (...), pero algunos hombres los tienen empañados» (san Teófilo de Antioquía)

Acudamos al Autor de la verdadera Ley (expresiones del amor autentico), para que nos conceda la necesaria fidelidad, nos abra el oído a sus mandatos, nos abra la visión para verlo como es, nos conceda la humildad para reconocerle y adorarlo, para que acojamos su amistad, para que nos dejemos instruir y guiar para la vida.

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