viernes, 23 de marzo de 2012

El Señor no está lejos de sus fieles

Estos judíos creían conocer las Escrituras; la Palabra de Dios, contienen algo que trastorna a quienes no sabemos escuchar. Ellos no sabían que Jesús había nacido en Belén y que era descendiente legítimo de David. Jesús habla pública y abiertamente, cuestiona la falsedad de la estructura religiosa, ideológica, política y económica. Ha cuestionado la legitimidad y la idoneidad de sus dirigentes. Por eso lo buscan para eliminarlo. Como sucedió en el pasado con los profetas, Jesús, como auténtico profeta y Mesías, se ha convertido en una persona discordante, fastidiosa y molesta para los intereses de los jefes del pueblo. Es urgente que ese tipo desaparezca, no sea que la gente tome conciencia y provoque una revuelta que sería lamentable. “No conocen los secretos de Dios. No esperan la recompensa de una vida santa, ni creen que las almas puras tendrán su paga” (Sb-2, 21-22).

Como ayer, los que defienden la dignidad de la persona humana, y que denuncian la corrupción; para los políticos y económicos y toda persona que obre mal, son para ellos una piedra en el zapato, estorban y procuran por todos los medios apartarlos de su vista y de sus acciones. La vida cristiana esta expuesta a la persecución, el destierro y el martirio. El amor de los buenos es contradictorio para los malos. El permanecer y el perseverar en forma radical, demanda un alto precio; pero ahí se pone a prueba la firmeza de la propuesta evangélica de Jesús.

El Señor Jesús pide que le escuchemos, da testimonio de Dios Padre, nos ofrece la salvación eterna, la vida, el mejor premio. Pero engreídos por el mundo preferimos la muerte; preferimos dar complacencia a nuestros sentimientos, “comamos y bebamos que mañana moriremos” y en el mejor de los casos: unas veces sí y otras no, de acuerdo a la conveniencia; con una mano pedimos y con la otra tiramos piedra. “Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio y no frío o caliente, voy a vomitarte de mi boca”(Ap.3, 15-16)

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