martes, 6 de marzo de 2012

«Quien se humilla, será ensalzado.»

¿Por qué citas mis preceptos y hablas a toda hora de mi pacto, tú que detestas la obediencia y echas en saco roto mis mandatos?

La iglesia nos invita a vivir la celebración de la cuaresma que culmina con el sacrificio de Cristo y su resurrección; sin embargo, Dios puede reprochar nuestra actitud, al continuar en aprobación de una cultura que hunde a los débiles; participando en estas condiciones de pecado y sin enmienda, sin un deseo verdadero de cambio, son una mentira (Sal 40,7 y 50,16; también, Mt 5,23).

Algunos procuraran la asistencia a grandes ceremonias, otras con sus propias devociones y rezos y otras se sentirán bien haciendo obras filantrópicas. Con eso, en muchos casos, se trata de responder a la conciencia, es posible que estemos disimulando las injusticias, la falta de amor al próximo, o nuestras propias filacterias, el egoísmo y los placeres.

Este tiempo es propicio para la reflexión, para el reconocimiento de nuestra realidad humana y de la grandeza de Dios amor, orar para que el Espíritu Santo inspire nuestra alama, pues es tiempo de recogimiento, de humildad frente a nuestro Creador, tiempo de agradecer, de pedir perdón, de cambio de vida, de compromiso verdadero y cotidiano frente a Dios; tiempo también, de hacer el bien y evitar el mal, de practicar las obras de misericordia por amor, por el deseo de elevar la dignidad humana y de salvación de las almas. Dejándonos instruir por el único Maestro; aceptando la voluntad de nuestro único Padre; y dejándonos guiar por Jesucristo nuestro único Doctor.

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