viernes, 30 de marzo de 2012

Señor, tú eres mi fuerza y mi refugio



La misma ley contemplaba llamarse dios, sin embargo por cuestión de egoísmo infundado los coterráneos no le permitieron ese calificativo como hombre, pero era Dios que se había hecho hombre, contemplado en las profecías, el Dios anterior a sus memorias. Pero la oscuridad causada por la esclavitud del pecado no permitió ver la persona de Cristo como Dios. Jesús no se proclamaba Hijo de Dios, sino que se define con más fuerza diciendo: “el Padre está en mí y yo en el Padre” a la vez nos define un solo Dios y tres personas. Define también, ¡Qué extraordinario es que Dios les haya dirigido su palabra!, no lo merecíamos.

Para nosotros es igual, o también creemos que existe Dios; le creemos a Dios, pero no obedecemos a Dios. De una parte porque toda la Palabra de Dios no cuadra con nuestros antojos y por otra por nuestra debilidad espiritual. De manera que es primordial la conversión permanente sin dejar de mirar a Cristo y cumplir con la tarea encomendada por el Señor, mediante su gracia; la tarea no es para vanagloriarnos sino para hacer la obra que nos dignifica y que con ella demostramos nuestra adhesión a Cristo, quien a la vez nos ayuda a llevar nuestra cruz.

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