jueves, 16 de febrero de 2012

Jueves 16

“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Dejándonos Iluminar por el Espíritu Santo, podremos reconocerle y escucharle su propia explicación: Yo soy quien Yo soy, el comienzo y el final, el Alfa y el Omega, Aquel que fue, El que es y El que sera para siempre. Yo soy la fuente de la vida para todas las cosas vivientes, Yo soy la luz del mundo, la verdad, el camino y la esperanza de todos.

Reconocer a Jesús como ungido, como Cristo y para confesarlo como Mesías necesitamos caminar con Él, su camino es una alternativa que no puede ser ni ignorada ni minimizada. Comprender su enseñanza y asumir su estilo de vida. Reconocernos creados por Dios, a su imagen y semejanza. Que somos pecadores a partir de Adán. Reconocer quien es Dios, no solo por lo que hace, también por lo que es, por el amor que siente por nosotros y la alabanza que se merece.

La expresión “El Hijo del hombre” Se debe a que Jesús ocupa un lugar único dentro de la humanidad; él es, mejor que Adán, el primero y el que encarna en su persona a toda la familia humana. Hay otra razón. En (Dan.7, 13) “Hijo de hombre” que llegaría glorioso del mundo de Dios, habiendo recibido poder sobre todas las naciones. El libro daba una interpretación de esta imagen aplicándola al pueblo de Dios, pero Jesús da otra interpretación al decir: “Ese soy yo”. Y lo dirá en especial ante sus jueces o al anunciar su Pasión.

La misión que Jesús realiza supera los límites formales. Su propuesta nos exige conversión y fe en su mensaje de salvación. Jesús tenía que sufrir, porque tal es el destino común de los que viene a salvar. Debía sufrir y ser rechazado por las autoridades, porque tal es también el destino de quienes proclaman la verdad entre los hombres. Debía ir voluntariamente a la muerte, porque el sacrificio de sí mismo era el único medio para salvar al mundo.

En la misma medida que Pedro ama a Jesús y quisiera verlo reconocido y seguido, se vuelve un tentador, al pensar como los demás, en lo del mundo, en el poder, la fama o el tener. “¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como trigo que se limpia” (Lc.22, 31)

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