En la época de Jesús la gente creía que Dios daba señales que advertían la llegada de catástrofes o de bendiciones, y muy especialmente el comienzo de una nueva era (Mt 24,3). Jesús, por su parte, invita a los fariseos a mirar lo que pasa a su alrededor, los milagros indudablemente, pero sobre todo el despertar que se observa en el pueblo como efecto de su predicación. Jesús los invita a tener ojos para buscar y ver a Dios fuera de sus discusiones y de sus costumbres externas.
El Señor Jesús nos anima a vivir la vida que Él nos imprime por medio de su Palabra, de su ejemplo y alimentados con su propio Pan de vida.
La primera lectura de Santiago nos invita a la firmeza de la fe; a obtener de Dios la capacidad de soportar con paciencia y con perseverancia las pruebas y persecuciones. Feliz quien soporta la prueba.
No es extraño para la humanidad católica hoy día, vivimos una religiosidad pasmosa y creemos que ya estamos santos. Al permanecer sin complicaciones, al no sentir el asedio de las tentaciones, nos creemos muy buenos y favorecidos; pero eso es mala señal, el maligno nos deja quietos en ese estado porque ya nos tiene asegurados; cuando el católico vive la voluntad de Dios obedientemente el demonio se intranquiliza, permanece como “león rugiente” poniéndonos “cascaritas” para hacernos caer.
Es importante para el católico estructurarse bien mediante el conocimiento más importante y que procede de la sabiduría de Dios, para afianzar en la fe, en una fe madura por amor y en los valores que emanan de ella.
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