sábado, 27 de octubre de 2012

Si no se convierten, todos perecerán de la misma manera


Dios quiere a todos en un único plan de salvación, en lo más íntimo de la vocación cristiana está el compromiso por la unidad. Ésta se expresa en comportamientos concretos y prácticos de humildad, modestia, paciencia, soporte mutuo, estas virtudes son las que favorecen el amor actuante. “Un solo cuerpo y un solo espíritu”.

Viene para esto la necesidad de la conversión. No podemos pensar que somos más santos con el solo hecho de asistir a los oficios del día festivo, es necesario pero no suficiente. Esta manera la podemos observar durante la semana Mayor, ¿y los demás días? Quizá nos dediquemos a ver la paja en el ojo ajeno sin querer darnos cuenta siquiera de la viga que ciega el nuestro. No podemos pensar que somos más buenos y justificados que aquel político corrupto, que el mafioso, que el violento, que el abusador, que el ladrón, que el vicioso, que el mentiroso, que el borracho, que el (…) Cuando no hacemos ni decimos nada, por la verdad, por la vida, por la familia, por la sociedad, por la iglesia católica la fundada por Cristo, por la justicia, por el medio ambiente. Y en cambio si hemos sido permisivos de muchos de los males que han permeado las diferentes esferas del vivir humano. Cuando no nos convertimos. Cuando no vivimos en rectitud en espíritu y en verdad.

Sin embargo Dios permite el mal para rescate del bien, pero depende de nosotros de nuestra entrega obediente, nuestro comportamiento a favor y por amor, mirando la luz, vivir en la verdad y actuar con actitud creciente, trascendente a lo sobrenatural. Cuando vivimos espiritualmente en pasividad; por antonomasia, tendemos al decrecimiento, a lo mero natural y nos conformamos solo a nuestras capacidades; para otros, lo que el maligno les puede dar.

Dios quiere salvar a todos los hombres. Espera de nosotros una conversión verdadera, (cf.Mt.13,15) visible y ejemplarizante para que contagie a los demás en el bien, apoyados por el Espíritu Santo, para que se haga visible la Santísima Trinidad, que debe reinar en cada uno. Para recibir la paz donada. Para recibir los dones y la gracia. Así podremos dar frutos; el Señor espera e intercede por nosotros un año más para ver nuestros frutos. El católico necesita la conversión permanente y de ella depende su misma supervivencia. Puesto que estamos en portas del fin del mal, depende de nosotros pertenecer al bando de una de las dos vertientes representadas en las dos mujeres, en Apocalipsis 12,1… y la otra en 17,3. (Porque esto es necesario, se debe a que los creyentes aun no tenemos claro el sentido trascendente que conduce Dios).


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