jueves, 18 de octubre de 2012

La mies es abundante, pero los obreros pocos


Hoy la Iglesia nos recuerda a san Lucas evangelista; acompaña a san Pablo por todas partes y se hace su compañero de sus viajes, con trato muy familiar, llama a Lucas “mi querido médico” (Col. 4,14). Desde Jerusalén y toda la comarca hasta Dalmacia (Rm 15,19), predicó con él el Evangelio. Desde Judea hasta Roma, comparte con él las mismas cadenas, los mismos trabajos, las mismas penas, los mismos naufragios. Quería recibir la misma corona que Pablo, por haber participado en los mismos trabajos. Cuenta también los Hechos de los Apóstoles... No como un comentador de noticia sino como verdadero participante en ello. Y por eso pone tanto interés en instruirnos.

Y cuanta familiaridad debió haber con la santísima Virgen. Comenta los misterios del mensajero Gabriel enviado a la Virgen. Contó claramente el nacimiento de Cristo: nos muestra al recién nacido acostado en un pesebre y describe a los pastores y los ángeles que proclaman la alegría... Y de igual manera nos describe su Ascensión al cielo y su regreso al trono del Padre...

Esta misión prefigura la tarea que incumbe a la Iglesia hasta el fin del mundo: evangelizar a las naciones (Mt 28,19). Jesús formó a los suyos encargándoles una tarea mediante algunas recomendaciones. Vivir la experiencia de la misión es maravilloso. El entusiasmo lo da el Espíritu Santo, pero el misionero corre peligros de caer en rutinas propias para descuidar el ayuno reparatorio, la oración de intercesión y la entrega. Matice su misión con charlatanería, sin la intensión propia. El enemigo no se queda quieto, yo lo comparo con un reto el “ring” puño va y puño viene – aparecerán muchos obstáculos y muchos charlatanes – todo debe ser evadido y superado, lo importante en ese momento es la misión.

Lo primordial es la confianza en Dios providente quien es el que hace la obra en los hermanos y en nosotros, que nuestra voluntad no se distraiga; un misionero debe llevar pocas cosas, un celular seria catastrófico para el cumplimiento de la misión. La misión exige entrega total, de ahí que los resultados muchas veces no se vean. Otra de las características es la unidad, el misionero no discute ni impone criterios, sino que sabe escuchar, conocer y amar a los que visita. Si durante la misión se presentan divergencias hasta ahí llega, echamos al Espíritu Santo de nuestro lado. Si no vivimos esa experiencia de ese modo, ¿cómo podríamos predicar la confianza y el amor de Dios que quiere reinar en nuestras almas?

La misión es el elemento primordial de una parroquia, de una comunidad preocupada de acoger a los que están como ovejas sin pastor y faltos de paz. Muchos de los que reciben alegremente a los que les anuncian la Palabra no se integrarán en una comunidad cristiana, pero no por eso se habrá perdido el esfuerzo de los misioneros, pues tales personas recordarán ese paso del Señor y vivirán con más fe su vida diaria. Pero tampoco la misión termina allí, sin el pastoreo tampoco se verán los frutos. No hacemos lo que nuestro Señor Jesús nos ordena, dejar las 99 e ir por la perdida y esta será motivo mayor para la gloria de Dios.

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La vida contemplada en el Génesis y en los derechos humanos – El hombre se esta volviendo peor que el alacrán. Vean esto:

http://virgenfatima.wordpress.com/2012/06/22/en-honor-y-memoria-padre-norman-weslin-%E2%80%A0-arrestado-en-ee-uu-por-defender-la-vida/

Lo cual es producto del nuevo orden mundial (“Nueva Era”)


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