miércoles, 10 de octubre de 2012

Señor Dios, tú eres mi auxilio


Este texto de la “oración del Señor” es más corto que el de Mateo 6,9-13. En él encontramos las palabras claves de la fe: El Padre, primer nombre del Dios único; El Reino de Dios que viene al mundo; La petición del pan material y espiritual; El perdón, ley fundamental; El carácter militante de la existencia cristiana frente a la acción del maligno que opera en el mundo.

El Padre nuestro como la oración perfecta en forma y con el orden que corresponde; es una relación “Padre – hijo” La imagen de Dios como Padre nos habla de una relación basada en el afecto y en la intimidad, y no de poder y autoridad. Jesús nos enseña a relacionarnos con “el Padre” que es de cada persona. Cundo decimos Padre de los Cielos no significa que sea una persona lejana, sino que tratamos de elevar nuestro espíritu hacia él. Y reconocemos que no somos dignos por nuestras preocupaciones materiales y nuestro egoísmo, que nos imposibilita para ver la grandiosidad de sus pensamientos y la generosidad de su amor y lo que realmente él es. Santificarlo. Que su poder y sus obras sean reconocidos por sus hijos llamados a la fe, en medio de sus debilidades y limitaciones. Que le alabemos y le demos gracias. Y por el amor que nos tiene quiere que haya una comunicación misteriosa entre él y nosotros, lo mismo que el Padre y el Hijo quedan unidos por su Espíritu Santo.

Venga tu reino. Es fácil entender la condición de súbdito ante el rey, para este implica un comportamiento de escucha y de obediencia permanente. El reinado de Dios no es algo que esta por venir, ya esta en medio de nosotros, falta hacerlo propio en nuestra alma con nuestra obra y palabra y cambio de mentalidad. Es la relación de hijo militante en la tierra para poder ser guiados por el camino que va al cielo y luego gozar del Reino preparado para la eternidad.

Hágase tu voluntad. Esta frase condena muchas oraciones en las que se pretende presionar a Dios. Nos quiere sumisos por nuestro bien, con libertad si pero en obediencia, tampoco significa solo cumplir la ley. De lo contrario sobreviene el egoísmo, la duda y la desconfianza, que llevan a la pérdida de la fe y como resultado la desgracia.

Así en la tierra. Nos recuerda que todo lo creado y sujeto al tiempo depende de la eternidad de Dios, donde no corre el tiempo, misterio del Ser Divino, con su infinita perfección en la entrega mutua de las personas divinas. En definitiva es desde ya el hacer la divina voluntad de Dios, es aceptar el reinado de Dios en nuestros corazones. Quien mejor nos puede ayudar, sino nuestra Madre celestial, quien dijo, “Hágase en mi según tu Palabra” Pidamos por su intercesión que todo llegue a ser conforme a ese proyecto de Dios que se cumplirá al final.

El Padre se comprometió a darnos el pan si estamos atentos a su palabra (Dt 8,3). El hombre actual cree que su prosperidad depende sólo de su esfuerzo egoísta. Pero Dios nos dice que todo a la vez depende de de Él, para el hombre. Nos corresponde esforzarnos para lograr justicia y dignidad para todos. De ahí que venga la necesidad del pan bajado del cielo, que nos fortalece y nos hace aptos.

Perdónanos. Nuestros pecados al ofender a Dios y hacer el mal a nuestros hermanos. El mal genera el mal y el bien genera el bien, Dios nos quiere alejados del mal, el nos perdona pero que la secuela causada por el pecado y esa hay que repararla en esta vida o en la otra. El perdón es gracia de Dios, es quien nos enseña como pedir perdón y a perdonar a nuestros hermanos. El perdón nos reconcilia, libera, sana y nos devuelve la amistad. 

Como estamos en este mundo donde la acción del maligno no se hace esperar, por medio de las tentaciones. Y conscientes de nuestra debilidad, pedimos a Dios su divina protección. Pudiera pensarse que el mal existe y se propaga por si mismo, de esta manera se lo pudiéramos achacar a Dios. Pero no es así, el mal tiene su origen en la persona del autor del engaño y de la mentira, que vive, que es astuto y es el príncipe de este mundo.

El Padre Nuestro, debemos asumirlo de modo espiritual, no como formula que se repite, que no nos dice nada, que tampoco transforma ni da frutos. Por las características de esta labor, corto y sustancio, este comentario queda muy corto ante la magnitud y trascendencia de la oración que nos dejo nuestro Señor Jesús, por eso lo alabamos, lo glorificamos, lo bendecimos y le damos gracias.


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