jueves, 11 de octubre de 2012

Adoremos a Dios en su santo templo


Perseverancia y bondad, virtudes humanas. Y para nuestro crecimiento espiritual es por medio de la oración, que regularmente la conducimos “para obtener” seguramente, también con lecturas con contenido pero nuestras inquietudes impiden verlo. En primer lugar el propósito de la oración ha de ser el reconocimiento de la bondad y todos los demás atributos de Dios uno y trino, para glorificarlo y manifestarle nuestro agradecimiento. La oración debe contener, además, una expresión sincera de lo que somos, de lo que nos falta para una conversión verdadera, una búsqueda en la que se descubre a Dios y nos descubrimos a nosotros mismos, para obtener flexibilidad al Espíritu Santo que en persona quiere habitar y hacer presencia activa en cada uno de nosotros.

La oración también puede ser por mediación; aparentemente la Sagrada Escritura no lo dice, pero hay una figura que nos lo afirma, la intercesión de la santísima Virgen en los acontecimientos en las “bodas de Canaán”. Los santos Ángeles guardianes son nuestros corresponsales, según san Pablo (Gl. 8,26) “No sabemos cómo pedir ni qué pedir, pero el Espíritu lo pide por nosotros, con gemidos inefables” de modo afirmativo nos lo dice el Señor en (Mt. 18,10) “os digo que sus ángeles en los cielos están viendo siempre el rostro de mi Padre”

Las personas nos pueden ayudar en lo material y cuando estas son buenas también en lo espiritual, porque es la acción de Dios por amor a sus criaturas. Lo espiritual solo viene de Dios, es preciso confiar en la presencia y la obra del Espíritu Santo que habita y trasforma, habilita nuestro espíritu y nuestra alma para la vida eterna.

La bondad, la confianza y la perseverancia y sobre todo la conversión a lo infinitamente bueno propuesto por nuestro Señor Jesús quedan ilustrado con la parábola del amigo inoportuno y con la garantía que Dios nunca dará nada que no sea útil y saludable para quienes se empeñan en vivir de acuerdo a su santa voluntad.


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