martes, 16 de octubre de 2012

Señor, cumpliré tu voluntad sin cesar


En la cultura judía, esta norma pudo tener origen higiénico, pero que luego tomo fuerza llegando a extremos, y nuestro Señor Jesús les dice: ¿por qué no se fijan primeramente en la purificación interior? Si miramos en nuestra cultura, cuantas cosas anteponemos en vez de purificar nuestra alma, nuestro pensamiento, nuestra manera de actuar, nuestro egoísmo.

La regulación del comportamiento humano requiere normas, pero en su mayoría no se les da el sentido a la luz del Evangelio, sino por intereses mundanos y personales, mas no para el bien común e integral. Por ejemplo en cuanto a la formación en los planteles educativos, el Evangelio se le ve como algo estorboso, desconociéndole el verdadero sentido el cual lleva a la cura de tantos males que agobian al alumno. (…)También es lamentable que con grandes esfuerzos se quiera mantener costumbres o prácticas que se han vuelto inútiles o nocivas, mientras se olvida el profundizar la Palabra de Dios.

Jesús sabía que los fariseos ofrecían limosnas (Mt 6,2) para ellos eso les proporcionaba una buena conciencia. Pero lo que pretende el Señor es que la persona caiga en la cuenta de lo que debe primar en su interior, es la purificación como templos vivos para el Espíritu Santo. Es el desprendimiento de lo que no sirve y dar lo que sirve a los demás. Esto para todos, pero es de difícil entendimiento y acatamiento, más aun cuando se carece de formación religiosa concordante con la Palabra de Dios, en el marco del amor, del perdón, de la fe y de la trascendencia para la vida. Muchos quizá piensan en un dios ubicado en las nubes hasta lo relacionan con figuras, pues esto da derecho a ser dioses terrenos. Pero Dios esta en el espíritu presente que nuestros ojos no pueden ver.

“¡Insensatos! ¿Acaso quien hizo lo de fuera no ha hecho también lo de dentro?” ¡Necios, que buscamos a Dios donde no está! Limpiamos lo exterior, pero Dios está en el interior, en el espíritu purificado. Y al lado del impuro esperando ser aceptado (cf. Ap.3,20. Jn.14,23) para entrar a purificarlo y hacer su morada en el, para liberarlo, sanarlo, protegerlo y para llenar todo vacío que hace presente cada alma. Para volverlo apto y viva la divina voluntad de Dios. Es cuando hacemos realidad el Reino de Dios, que muchas veces pedimos, sin saberlo, en el Padre Nuestro.


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