martes, 18 de septiembre de 2012

Sirvamos al Señor con alegría


Encontramos un milagro parecido al que había hecho Dios por medio de Elías (1R 17,23) y de Eliseo en (2R 4,8) los primeros acontecimientos de resucitados en la Biblia. De Jesús la gente habla de un gran profeta, porque en la Biblia no había otros antecedentes fuera de las obras de estos dos. 
Normalmente, Dios dirige el mundo mediante el proceso natural de las cosas, por el efecto de las leyes de la naturaleza que él mismo estableció. Pero también se reserva pasar a veces por encima de estas leyes: el agua se transforma en vino, el pan se multiplica.

Dios ha visitado su pueblo: se acordó de él e intervino como en Gén 50,24; Rut 1,7 y Lc 1,68. Para Lucas está claro que la visita anunciada desde siglos acaba de realizarse en la persona de Jesús, que se une íntimamente a la humanidad para darle fuerzas, quien participaba en la creación del hombre (Gén 2,7), ahora nos devela la vida nueva con la potencia de su Resurrección. "Yo soy la Resurrección y la Vida -le dijo Jesús-; el que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá" (Jn.11,25)

La Iglesia celebra y se alegra de la resurrección de muchos que teniendo el espíritu muerto para la vida, por medio de la conversión y la gracia adquieren de Dios nuevamente la vida trascendente, aunque invisible para nosotros tiene mas significado que aquellos resucitados para luego morir de nuevo.

Dios nos hace ver que se conmueve especialmente por los que sufren la soledad de una familia, del desvalido, del que no tiene quien le de una mano. Los cristianos debemos pedir a Dios la gracia de ser Cristo para los demás. Quienes veían a san Francisco de Asís, por ejemplo, veían la imagen viva de Jesús. Los santos son aquellos que llevan a Jesús en sus palabras y obras e imitan su modo de actuar y su bondad. Nuestra sociedad tiene necesidad de santos y tú puedes ser uno de ellos.


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