sábado, 8 de septiembre de 2012

La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo


Alegrémonos todos celebrando el nacimiento de la Virgen María. La Biblia saca su fuerza de la continuidad de la historia y de la fidelidad de Dios a sus promesas, y por eso sus personajes se arraigan habitualmente en la historia anterior. Tal es el sentido de la presente genealogía que significa “documento de los orígenes” Jesús es hijo de Abraham, padre de los creyentes; también es hijo de David, tal como debía ser el Salvador prometido a Israel. La lista llega hasta José, que fue padre adoptivo de Jesús. Esta paternidad adoptiva era suficiente para que Jesús fuera, como José, “hijo de David”. Pero que no tiene otro Padre que Dios mismo y ha sido concebido por obra del Espíritu santo por una madre virgen.

Todos somos solidarios de Cristo por la sangre antes de serlo por la fe. Muchas personas actualmente saben poco de sus antepasados. Eso no ocurría entre los judíos, para quienes la incorporación del nombre de su padre reemplazaba nuestro apellido de familia: Jesús era “ben Yosef”, hijo de José (Jn 1,45). Se conservaba escrupulosamente la lista aprendida de memoria de los antepasados y el lugar de origen. Para la Iglesia primitiva, el origen de Jesús, hijo de María Virgen, era algo indiscutible, por eso Mateo, que se dirige a creyentes, no trata de demostrar nada. Se contenta con recordar que Dios ya había previsto que su Hijo estuviera arraigado en la descendencia de David.

María estaba comprometida. En el pueblo judío esta situación daba ya los derechos de la vida conyugal, solamente que la mujer seguía viviendo en casa de su padre y bajo su autoridad. Toda mujer debía pertenecer a un hombre, ya fuera su padre, su esposo, o su hijo, en caso de que fuera viuda. De modo que José tenía que llevarla a su casa para que comenzase a estar bajo su tutela. Todo parece indicar que fue María la que informó a José, quien comprende que el anuncio a María presagia mucho más que dar a luz a un niño El verbo griego significa: “difamar, exponer a una difamación”, y no “denunciar”, como traducen algunos que imaginan a José dudando de la fidelidad de María. La partícula griega no significa habitualmente “porque”. El ángel muestra a José que no está de más en este asunto: él también tiene una misión que cumplir en esta obra de Dios.

Esta especial elección de María —«bendita entre todas las mujeres» (Lc 1,42)— hace que nos admiremos de la ternura de Dios en su manera de proceder; porque no nos redimió —por así decirlo— “a distancia”, sino vinculándose personalmente con nuestra familia y nuestra historia. Mateo cita una profecía (Is 7,14) que confirma que Jesús es tanto el descendiente de David como la presencia de Dios en la tierra, Emmanuel, Dios-con-nosotros. Jesús, que nace de María en el tiempo, es el propio Hijo Único del Padre, nacido de Dios desde la eternidad; no hay lugar para dos padres. La paternidad adoptiva de José encubre y protege un misterio. En todo cumpleaños se da un regalo; pensémoslo y ¿Qué nos pide la Virgen en este día? Amar a Dios y orar por todos sus hijos, nuestros hermanos en Cristo nuestro Señor.


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