miércoles, 12 de septiembre de 2012

¡Dichosos los pobres! ¡Ay de ustedes, los ricos!


San Pablo hoy nos habla sobre el merito que tiene el seguimiento a Cristo, como esposo de su Iglesia; tiene mas valor la entrega a Cristo que a lo creado por El.
Nuestro Señor Jesús recuerda el ejemplo de los profetas. “de este modo se comportaban sus padres con los profetas”. Importante la educación, el ejemplo de vida y el amor para con los niños y los jóvenes. El trabajo honesto y la búsqueda incesante de un equilibrio social, la lucha por la dignidad del ser humano y el crecimiento en virtudes guiados por la Palabra de Dios, va formando un camino de bienaventurados. Son las virtudes las que hacen al hombre grande, no los bienes materiales. Pudiéramos llamarle cirulo del bien, de la vida recta, sencilla y obediente a Dios.

de este modo se comportaban sus padres con los falsos profetas!” La vanagloria que da el poder, el tener y la fama. El afán del hombre moderno por sentirse dios idlolatra dioses del mundo material, lo cual contamina y para salir airosos de este ambiente se necesita mucho criterio. El rico se olvida de Dios y se vuelve impermeable a la gracia (cf. Lc.12,13; 16,19). Desconocen las implicaciones de estas conductas que se construyen en gran parte basadas en la injusticia. Ignoran la fragilidad de su condición y la condición inmerecida de sus hermanos. Los pueblos ricos y civilizados no están más cercanos del Evangelio que los habitantes en lugares de miseria. Este es un círculo de vida de pecado; por lo cual Dios tiene la necesidad de intervenir por amor a los que sufren la injusticia.

También, estas lamentaciones son un signo del amor de Dios por los ricos, así como las bienaventuranzas lo son por los pobres, porque nos ama a todos. A unos les asegura que demolerá las estructuras de la injusticia, y a los otros les advierte que las riquezas traen consigo la muerte eterna. No precisamente es rico el que posee muchos bienes materiales, también lo son quienes teniendo poco son ricos en soberbia, en querer ser dios sin Dios. Estas malaventuranzas. O sea la opulencia y el despilfarro, el alejamiento de Dios, amenaza la estabilidad social y pone en peligro la supervivencia misma de la especie humana, en nuestro tiempo.

La propuesta de Jesús, a pesar de su simplicidad, tiene unas implicaciones enormes, y pocas personas lo comprenderán y menos aún estarán dispuestas a asumirlas. Es nuestra disposición como decisión de acoger las bendiciones de las bienaventuranzas y, al mismo tiempo vivir el momento presente como seguidores de Cristo con una perspectiva que va mas allá de este mundo sumergido en la duda, la desconfianza y falto de fe.

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