lunes, 3 de septiembre de 2012

¡Cuánto amo, Señor, tu voluntad!


Encontró el pasaje... es tomado de Is 61,1. El profeta se refería a su propia misión; Dios lo había enviado para anunciar a los desterrados judíos que vendría a visitarlos pronto. Pero sus palabras se cumplían aún mejor en Jesús, enviado para dar la verdadera libertad.

San Lucas tomó de otro texto (Is 58,6) las palabras “liberar a los oprimidos”. En ese texto se trata más bien de los que se ven aplastados por sus deudas, pero estas palabras se refieren también a la esclavitud del demonio en todas las áreas de la vida.

La venida de nuestro Señor Jesús fue para dar testimonio de la verdad. Sus palabras y sus obras abrían el camino de todas las liberaciones humanas; pero eran como una semilla luego vendrían los frutos.

Sus fanáticos creían que el enviado de Dios, venia para conseguir una soberanía nacional, para liberarlos de la opresión de los hombres. Pero el Señor les daba los medios para liberarse de la opresión espiritual, lo que tiene sentido. ¿que son unos pocos años 100 – o 50 de la vida del hombre ocupando una vasija de barro, comparados con toda una eternidad que ha de ser en amistad con Dios? Esto no lo entendieron y es mas aun no se entiende o no se quiere entender hoy día.

Para llevar buenas noticias a los pobres. “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y una Buena Nueva llega a los pobres” (Mt. 11,5). Aun cuando nadie ha elegido ser pobre o afligido, Jesús nos propone mirar por dónde nuestra condición presente nos hiere. ¿Aceptar? ¿Querer salir? ¿Qué elegimos y cuáles son nuestros miedos?

“¿No es éste el hijo José el carpintero?” y otras tantas. Después diría el apóstol Pablo: “Se anonadó a si mismo tomando la condición de esclavo” (Flp 2,7), no sólo como un servidor ordinario por la encarnación, sino la de un servidor cualquiera a través de una vida humilde y despreciable.

 “Hoy se ha cumplido esta Escritura en los oídos de ustedes”. Terminó el tiempo de las promesas y de las profecías, y Dios empieza a revelarse: Jesús da a conocer al Padre, y el Padre se revela mediante su Hijo y las señales y milagros que salen de sus manos. Se trata de una revelación de la gracia que Dios ahora concede a los hombres. Si el creyente se dispone a escuchar a Dios el le habla no al oído sino en su alma, con sentido que sobrepasa el intelecto, con sentido de amor. Con actualidad eterna – porque es pronunciamiento del Eterno, con actualidad porque Dios hace que se cumplan en todos los tiempos. La fuente de Dios es inextinguible: «Es más lo que dejamos que lo que captamos, tal como ocurre con los sedientos que beben en una fuente» (San Efrén). Para nosotros se hace muchas veces difícil porque queremos que la Palabra de Dios complazca nuestro querer – Las cosas de Dios las queremos acomodar a nuestro capricho. De ahí que se pueden modernizar los métodos pero no la voluntad de Dios.


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